El destacado autor publica por Narrativa Punto Aparte su quinta novela, Diario de Provincia, el registro más osado y experimental de su carrera, donde construye un insólito periódico under a partir de diversos artefactos literarios.
Por Marcela Kupfer
La historia va más o menos así: un grupo de editores emigra del país rumbo a Suecia. Son los creadores del Diario de Provincia, una publicación algo under, independiente y al filo de lo que puede ser considerado un diario. Porque, si bien el Diario de Provincia conserva las secciones que se pueden encontrar en cualquier periódico tradicional —noticias de crónica roja, páginas de economía, cartas al director, juegos y hasta consultorio sentimental—, esta publicación es lo menos convencional que se pueda imaginar: está construida a partir de numerosos artefactos literarios, que van desde ejercicios escriturales a reflexiones poéticas, desde críticas de avisos publicitarios a diagramas y esquemas sobre actualidad. Leer las páginas del Diario de Provincia –cuya última edición está literalmente inserta en medio de la novela, entre la partida de los editores desde Chile hasta su instalación en Suecia— resulta un ejercicio extraño, pero cautivante y provocador, como todo en la obra de Yuri Pérez Herrera, uno de los narradores más destacados a la literatura chilena contemporánea.
Desde San Bernardo —o Santo Bernardo, como siempre llama en sus libros a su ciudad de origen—, Pérez analiza en esta entrevista Diario de provincia, (Narrativa Punto Aparte, 2021), su quinta novela y la que es quizás su publicación más original, arriesgada y experimental, un libro que se aleja del intimismo de sus obras anteriores para plantear una crítica más social, pero absolutamente poética del acontecer nacional.
“Siempre he creído que la experimentación escritural es lo mejor que puede hacer un autor, lo otro es quedarse reiterando una fórmula”, señala Yuri Pérez (1966), autor de las novelas Niño feo (Premio de la Crítica), Mentirosa, La muerte de Fidel, y Virgen, así como de una quincena de libros de poesía.
—¿Cómo nació Diario de provincia?
—El libro partió hace tres años, como un intento de realizar un libro de entrevistas, yo quería ficcionar una entrevista a un escritor, esa era la idea original. Luego se fue transformando, le di un tiempo de descanso y retomé el libro trabajando en la trama, el hilo conductor. Finamente, casi por casualidad, empecé a ver que el libro estaba tomando el cuerpo de un periódico, de un diario. El libro trata de unos editores de un diario provinciano, que no tiene mayores alcances a nivel mediático, que no es muy conocido, que es medio under, y estos diez editores, que trabajan en el comité editorial, deciden irse de Chile porque el mercado no los trata bien, se sienten poco entendidos y también como una respuesta al desencanto de Chile. Ellos abandonan Chile desencantados, deciden emigrar todos en grupo a Suecia, radicarse allá y desde allá trabajar lo que sería el último ejemplar del periódico. Ellos terminan el Diario de Provincia estando en Suecia, lo mandan a Chile para que sea publicado en un tiraje de 500 ejemplares, como un último gesto literario periodístico.
—Hacia el final del libro, los mismos editores reflexionan acerca del diario y reconocen esta extrañeza que recorre toda su creación y su lectura. Dicen: “Nunca supimos qué habíamos hecho de malo, porque para nosotros iba todo de maravillas. Quizá el problema había sido la elección de las crónicas. Solo quizá”. ¿De qué materiales literarios se alimenta este libro?
—El diario propiamente tal tiene secciones variadas, algunas clásicas en un periódico convencional, presentes en cualquier diario latinoamericano o europeo. Está la crónica roja, que tiene que ver derechamente con el narcotráfico en Chile; hay cartas al director, divertimentos, juegos, puzzles, cartas del corazón, una sección política y económica, que habla de temas que tienen que ver con la realidad chilena y latinoamericana, hay una sección de publicidad de productos nacionales que son tomados de los años ’20 a los ’60, y surgen textos a partir de la imagen, que es otro tema que también trabajé. A nivel estético, busqué conformar voces distintas y modos distintos de componer y escribir, pues el texto lo exigía. Eso explica las variables discursivas a nivel de composición literaria que hay en el texto, pasando por la poesía, por la prosa poética, por la crónica, por la epístola. Eso caracteriza el libro, los distintos modos de composición que conviven ahí.
—Este libro tiene más crítica social que tus obras anteriores en narrativa. De hecho, inicialmente se titulaba No vengas a Chile…
-Creo que es una respuesta a lo que ha estado pasando en Chile no solo a partir de octubre del 2019, sino hace 10 años, y es algo que ha venido decantando en mi trabajo escritural en una observación más crítica y directa, sin caer en el panfleto. Es una crítica social, cultural, política por un país que no da lo que promete. Hay algunos textos que hablan del rechazo a Chile, pero que no se entienda como un antichilenismo. Los editores se van porque no encuentran el respeto, la confianza, el espacio para hacer lo que quieren hacer y eso provoca frustración en mucha gente.
—¿Cómo sitúas un libro así de experimental en el contexto de la literatura chilena actual? ¿Qué representa para ti la experimentación?
—Siempre he creído que la experimentación escritural es lo mejor que puede hacer un autor, lo otro es quedarse reiterando una fórmula. El tema de la experimentación es beneficiosa para el autor, o al menos en mi caso, me cuesta mucho estar quieto o reproducir un mismo modo escritural en los libros que escribo. Perfectamente pude haberme quedado con Niño feo, hacer una réplica de Niño feo y continuar con la misma lógica escritural y estética, pero soy un poco más inquieto, son desafíos que uno se pone como artista. En Chile cuesta que los autores se arrojen a experimentar; en ese sentido, el trabajo de Juan Luis Martínez en “La nueva novela” me parece el mayor experimento de la literatura chilena contemporánea, pero además de eso no hay muchos autores que lo hagan, al parecer queda más cómodo seguir reiterando la misma fórmula. Yo siempre estoy trabajando en la composición, tratando de aprender temas nuevos sobre composición, a ver cómo puedo darle nuevos respiros a la escritura.
—Aparte de la escritura, tú dedicas buena parte de tu tiempo a la enseñanza a través de talleres literarios, desde hace mucho tiempo. ¿Qué importancia le otorgas a la transmisión del oficio en literatura?
—Desde mi punto de vista, solo he estado reproduciendo aquello que me enseñaron los maestros que tuve, Fernando Alegría, Pía Barros, Erwin Díaz, Floridor Pérez… Lo que hago es reiterar aquello me enseñaron y compartir aquello que aprendí con ellos. Uno aprende más enseñando, lamento que muchos autores no lo hagan, que no tengan interés por orientar la escritura de otros y trabajar con la escritura de otros, dar señales de ruta para que esos autores puedan desarrollar sus proyectos de obra. A mí me encanta hacerlo.