Vestido como una chica

Fotografía de Aldo Rivas

Siente un malestar en la rodilla, el dolor lo obliga a cojear y cada cierta cantidad de minutos se queja. Cuando llega al camarín suspira de alivio al descolgar de su hombro un pesado y viejo bolso deportivo. La peluca rubia, el corsé rojo de lentejuelas brillantes y las botas largas esperan en su interior…

Fotografía de Aldo Rivas
Fotografía de Aldo Rivas

Por Diego Hidalgo Urtubia

… Hoy Carlos planea un traje menos femenino que en otras ocasiones y cuidará no abandonar el estilo potente y escandaloso que lo caracteriza. Mientras peina los cabellos dorados de la peluca, piensa en qué ojos serían los ideales para esta noche, no se le hace fácil elegir entre diez y siete colores. Se toma su tiempo, aún quedan más de dos horas para que empiece el show que ofrece todos los viernes en la única disco hétero en la que trabaja.

Detiene sus dedos enredados en la cabellera, se toma una pausa para responderse a sí mismo, en esta performance el iris de sus ojos será blanco. Se posiciona frente al espejo luego de ubicar en la mesita su estuche repleto de maquillajes, revisa su celular, restan una hora y treinta minutos, se concentra, es más o menos lo que siempre tarda en transformarse.

Cuando ve su joven rostro reflejado en el cristal, antes de empezar a adornarlo con pinceles untados en bases, sombras y polvo maruri, le agradece a Dios, siempre lo hace. Carlos se siente afortunado y se esfuerza por conservar la humildad necesaria que se le puede olvidar con el éxito. El éxito de vivir de lo que él considera un arte a sus veinticuatro años, el éxito de encontrar en Uran aquella fuerza necesaria para dejar atrás las inseguridades de un tímido adolescente homosexual, víctima de la crudeza de estos tiempos.

Tenía 18 años cuando le ofrecieron por primera vez hacer un show transformista en una modesta disco gay de Valparaíso, al vestirse de mujer se sintió tosco y varonil, su poca experiencia no le permitía emular movimientos femeninos, entonces optó por ser una Drag Queen de sexo ambiguo. Por su obsesión hacia el séptimo planeta del sistema solar, respondió que se llamaba Uran, cuando le preguntaron su nombre para presentarlo. De ahí para adelante su carrera ha ido en ascenso, logró exportar sus shows a discotecas con mayor prestigio, y se encargó de dar a conocer a todo el país la vigencia del arte drag al presentarse en un conocido programa de talentos. Desde ese momento, su vida cambió, desde ese entonces el espectáculo será su porvenir, vendrán los viajes a Argentina y Perú, vendrán las invitaciones a programas de televisión, comenzarán las giras de una versión moderna de la revista ochentera Los años dorados de la tía Carlina, show encabezado por un famoso comediante, que mezcla el humor, el teatro y bailes protagonizados por transformistas y entre ellos Uran, quien no sólo se transformará en uno de los mejores exponentes nacionales de su género, también vendrán los beneficios económicos, se irá a vivir solo, estudiará diseño de vestuario para perfeccionar sus atuendos, que hasta ese entonces los diseñaba y cosía, como un buen autodidacta, con la técnica del ensayo y el error.

Tras cuarenta y cinco minutos, el rostro de Carlos ya no es como era, su nariz luce más respingada, sus facciones más delicadas, esas pestañas de un largo exagerado hacen resaltar sus ojos blancos, su piel parece más suave, está por terminar la etapa más larga de su transformación; el maquillaje. Lo que sigue es cambiar su cuerpo, conseguir las curvas de una figura femenina y una actitud provocadora acorde a la personalidad de su alter ego. Mientras avanza, Carlos no puede evitar preguntarse lo mismo de siempre, cómo reaccionará el público, si será eufórico o indiferente, si logrará robarles su atención o pasará desapercibido. Volvió a sentir un tirón en su rodilla, se preocupó, se imaginó en medio del show lesionado y gritando de dolor, aun así confía que sobre el escenario el malestar pasará a un segundo plano. En cuarenta minutos más Uran estará listo para exponer al público un arte que combina diseño de vestuario, maquillaje, baile, teatro, producción musical y pantomima, todo esto, con toques de provocación, glamour y escándalo. Así, cuando se detenga la música y se ilumine el escenario, allí estará Uran con siglos de historia del dragqueen sobre sus hombros.

Dress as a girl en la historia

Dragqueens en las revueltas de Stonewall de 1969
Dragqueens en las revueltas de Stonewall de 1969

Cuando hablamos de dragqueens no sólo hablamos de vestuarios y transformaciones que exageran rasgos femeninos dando espacio a la ambigüedad sexual, no sólo planteamos pelucas brillantes, tacones altos y maquillajes demoniacos que se roban las miradas curiosas y a veces escandalizadas de aquellos que se enfrentan por primera vez a dicha provocación estética que busca romper con los roles de género. Si tuviéramos que hacer el ejercicio de construir una línea de tiempo del desarrollo del arte dragqueen, ésta probablemente iniciaría en el siglo XVII para seguir atravesando todos los procesos sociales hacia adelante.

Comencemos. Dress as a girl –vestido como una chica en español- sería el juego de palabras que dieron origen al término drag en los años de Shakespeare, cuando

las mujeres tenían prohibición de intervenir en el arte. Eran actores, entonces, quienes interpretaban teatralmente personajes femeninos de la realeza, de allí el compuesto dragqueen. Pero ésta es sólo una de las teorías que intenta explicar el inicio de una expresión artística y performática que ha estado presente, por lo menos, en los últimos siglos de nuestra historia. La línea continuaría en el siglo siguiente, los tiempos de Mozart, cuando en la representación de la ópera La Flauta Mágica de finales del 1700, uno de sus personajes – llamada Dark Queen– incluyó algunos matices de la estética drag; un ostentoso vestuario y maquillaje exagerado.

Dragqueens en las revueltas de Stonewall de 1969-
Dragqueens en las revueltas de Stonewall de 1969

Llegando a la segunda mitad del XIX podemos instalar el dragqueen en la época Victoriana del Reino Unido, por esos años un derivado del travesty dramático, irrumpía en los shows burlesques del teatro de variedades que se imponía con actores que hacían representaciones cómicas sobre el comportamiento social y los roles de género, utilizando coloridas pelucas y trajes largos que arrastraban por los suelos. Nace así, una segunda teoría del término drag, que traducido al español significa arrastrar.

La línea de tiempo se retoma a mediados del siglo XX, tiempos donde la industria cultural se encuentra lo suficientemente desarrollada como para que el dragqueen irrumpa en ella. El responsable fue Harres Glenn Milstead un joven homosexual de un condado de Estados Unidos que en los años 60 creó un personaje llamado Divine, convirtiéndose en el primer dragqueen en entrar al cine. Estas películas dirigidas por John Waters se hicieron de culto dentro del círculo subterráneo del cine bizarro, para en los próximos años popularizarse a nivel mundial, así Divine actuó junto a grandes estrellas de Hollywood entre ellas César Romero y Tab Hunter. De allí saltará a la industria musical, convirtiéndose en uno de los primeros exponentes de la música techno, es así como el dragqueen empieza a desarrollarse en pubs y discotecas gays en tiempos sumamente conservadores. A partir de entonces los dragqueens pasarían a integrar el movimiento que hasta el día de hoy lucha por el respeto a la comunidad GLTB, liderando la rebelión de Stonwell, hecho que agrupó a un gran número de homosexuales que salieron a las calles de Nueva York, el año 1969, para protestar contra una redada policial en el pub gay Stonwell Inn. Aquel movimiento se considera como parte de las primeras manifestaciones organizadas a favor de la diversidad sexual.

 

No es llegar, vestirse de mujer y salir a la calle…

Uran Drag Queen
Uran Drag Queen

Se detuvo la música y se iluminó el escenario, la interrupción al baile fue abrupta, de pronto todos dejaron de moverse y se voltearon a observar cómo de apoco subía un telón que dejaba ver en orden secuencial, unas botas rojas que cubrían por completo las pantorrillas de aquellas piernas largas y delgadas, dejando a la vista el par de muslos, que colgaban de un torso de la misma contextura, adornado con cadenas doradas y un traje rojizo con escotes que permitían ver pecho, cintura y ciertas partes de la espalda que una cabellera rubia y larga no lograba abrigar.

Telón arriba, un rostro sonriente y exageradamente maquillado, con pestañas larguísimas sobre unos ojos color blanco, anunciaba que el show comenzaría en ese preciso momento. Era el rostro de Uran, quien tras el retorno de la música se mueve de forma sensual y desmesurada, recorriendo el escenario con volteretas y movimientos bruscos pero a la vez femeninos, frente a un público curioso que retomó de forma instantánea la euforia abandonada segundos atrás, expresada en gritos, silbidos y bailes.

-La cagó el hueón, qué hermoso, tiene mejor forro que nosotras, comentó una muchacha que disfrutaba entre el público cuando Uran terminó su presentación con las piernas elongadas en 180 grados y era cubierto nuevamente por el telón que bajaba mientras que la joven del comentario gritaba y aplaudía demostrando que la envidia a veces puede ser sana.

-La cagó el hueón, la cagó…

Una de sus amigas la interrumpe y con la lengua traposa, de seguro como consecuencia de haber bebido más de la cuenta, la corrige.

-Huevona, no hueón… Huevona.

Entonces pensé en intervenir y explicarles que daba lo mismo, que Uran no era ni él ni ella, que era simplemente Uran, por ser dragqueen y por lo tanto andrógino, ambiguo, sin sexualidad definida, si me cuestionaban les argumentaría, mostrándoles mi grabadora a modo de prueba, que Uran me lo había comentado en una entrevista que recién le había hecho en camarines. Finalmente no lo hice porque el Dj retomó su trabajo y todos volvieron a bailar, mi interrupción de seguro no hubiera logrado captar la atención de ellas como lo logró aquel baile drag de forma glamurosa sobre unas plataformas de quince centímetros.

-Si el transformista exagera a la mujer, el drag exagera al transformista… Entonces no tiene sexo, es ambiguo.

En realidad, quien me lo explicó no fue Uran, fue Carlos, un joven delgado, alto y de veinticuatro años vestido de jeans ajustados y camiseta ploma, mientras sacaba un estuche de cosméticos de su bolso para posteriormente instalarse frente al espejo de un camarín del pub porteño Máscara, donde trabaja todos los viernes. Ordenó sus cosméticos sobre una mesa y al lado de ellos instalé mi grabadora. Él, pincel en mano y concentrado en el reflejo de su rostro, empezó a explicarme qué es ser dragqueen, mientras yo observaba su transformación.

De hecho, Uran están en un proceso de ser cada vez más ambiguo… Ya no quiero usar más peluca, empezaré a salir con la cabeza afeitada.

Carlos se tomaba pausas entremedio de la conversación, porque sus explicaciones se veían interrumpidas por la concentración que requiere el maquillaje. Mientras se delineaba los ojos en silencio, mi vista se detuvo en el bolso donde traía toda su vestimenta, estaba abierto y se asomaban sus botas, eran rojas con unas plataformas gigantes.

-¿Cuántos centímetros hay acá?

– Unos quince centímetros, tengo unos más altos, pero ahora estoy usando estos.

– ¿Y dónde los compras? ¿Son muy caros?

– Ufff… Es en lo que más se invierte, los mando a hacer, tengo varios pares de distintos centímetros, son caros, por suerte recupero lo que invierto.

– Quizás por eso te duele la rodilla.

– De hecho, me lesioné bailando, por eso también tuve que bajar la cantidad de centímetros, pero bueno así es este arte.

– ¿El dragqueen es un arte?

– ¡Por supuesto! Esto no es llegar, vestirse de mujer y salir a la calle.

Al cabo de unos cuarenta y cinco minutos Carlos había terminado de maquillarse, Uran se había apoderado de su rostro, y ahora iría por su cuerpo. En ese momento recomendó que me fuera a tomar un trago, es decir, me invitó cordialmente a salir de su camarín y como yo ya había hecho todas las preguntas posibles, me retiré y tras comprarme un vodka tónica, me instalé lo más cercano posible a ese escenario que más tarde levantaría el telón para exponer al público dos minutos de un arte que ha trascendido la historia.

 

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