Valparaíso muchas veces presenta un rostro misterioso y fantasmal, un talante que deja entrever algo maligno y pretérito, enroscado como la vaguada costera en sus quebradas. Hay noches de temporal cuando algo innominado sobrevuela la ciudad, rugiendo viento y lluvia entre las calles vacías y luego se escurre bajando por cientos de escaleras y pasadizos de pesadilla.
Las letras no están ajenas a esa veta terrorífica y hay un autor, Néstor Flores Fica, que acude al género esta primavera con la novela El fantasma del bar La Playa (Puerto de Escape). Como se deja adivinar en el nombre, el libro de 152 páginas, gravita en torno a una presencia sobrenatural que se deja ver en el famoso Bar La Playa, famoso por sus carretes, recitales de poesía y muñecas tipo “Anabelle” que adornan su vitrina. Protagonizado por una fotógrafa holandesa llamada Doutzen, encarnación de la bella extranjera aventurera, quien llega al puerto para develar un misterioso sueño que la atormenta, cruzando destino con una pareja de chilenos que la ayuda en su cometido.
Ya en 2006, y bajo la misma editorial, el autor presentó Barcelona, tres novelas cortas en clave thriller que fue reeditado en 2010. Publicista de profesión, Flores Fica también ha escrito una novela policial llamada Cabeza de Iguana (2003) y otra en clave parodia de nombre Si Forrest Gump hubiese sido chileno (2011).
Por Amelia Carvallo

-Concuerdo contigo en que Valparaíso se presta para el horror, ¿has tenido alguna experiencia fantasmal en sus escaleras o quebradas?
-En lo personal, no. Pero sí desde pequeño escuché historias y tuve amigos quienes juraban que se les había aparecido La Llorona o el Tue Tue. Pero dentro de casas en Valparaíso sí he sido testigo de un par de hechos inexplicables. Por el 2006 viví unos seis meses solo en Curauma. Una vez saltó un tazón desde la rejilla, donde se secaba al sol, directo al lavaplatos. Yo no estaba en la cocina; solo sentí el ruido y al ir a ver lo encontré en el lavaplatos. Un par de noches después, el atizador de la Bosca saltó de la percha donde colgaba. Fue re extraño porque era re pesado, encajaba perfecto en la percha de fierro y de eso sí que hubo testigos: tres amigos y yo, que estábamos a unos cuatro metros del lugar. Lo curioso viene después, pues un años después vendí esa casa y el nuevo dueño me preguntó su alguna vez me había sucedido algo anormal, porque a sus hijos, esposa y nana se les aparecía un niño o se asomaba por las ventanas.
-¿Cuándo empezó tu gusto por la escritura?
-Desde niño, antes incluso de la cursar enseñanza media. Recuerdo que en séptimo y octavo tenía una profesora que hacía clases muy interesantes de castellano y por eso me gustaba extenderme mucho respondiendo sus pruebas. Cuando decía “escriba una frase con la palabra astronauta”, yo creaba toda una historia tratando de articularla sin puntos seguidos para que siguiera siendo una sola frase. A veces no podía desarrollar la historia en base solo a comas, y quedaba picado por no poder terminar cada pequeño cuento. Me entusiasmaba leer un libro divertido y después poder responder con la misma dedicación que el autor había puesto en sus líneas. Luego, ya en la educación media, quizás en tercero o cuarto, aparecieron mis primeros cuentos, todos ellos escritor a mano en viejos cuadernos.
-¿Por qué estudiaste publicidad?
-Un poco por casualidad. Salí de cuarto medio muy niño e inmaduro y entré a estudiar arquitectura en la UCV. Esto fue en 1987. Pero en octubre estaba muy perdido porque en esa sede, y en esos años, era una carrera muy especial, casi distorsionada. En octubre y noviembre ya sabía que no era lo mío, aunque no me iba mal. De 105, en el primer semestre menos de diez aprobamos matemáticas. Pero aun así nunca asimilé el sentido que tenían las edificaciones dentro de la cabeza de los profesores. Y menos cómo ellos querían proyectarla en la mía. Y como esto pasó a mediados del segundo semestre, no pude inscribirme en la PAA del año siguiente. Así que entré a una carrera comunicacional, acción que ya se estaba desarrollando de excelente forma en el lado del cerebro que se encarga de mi vocación. Ahora estoy maravillado: me gusta la publicidad, me gusta escribir en corto y ser redactor creativo, y también escribir en largo y ser un novelista.
-Has incursionado en la comedia además, ¿cómo fue eso?
-Es una maravillosa historia. Y nace de dos potentes hechos. En el 2011 mi esposa estaba embarazada de nuestro bebé, Néstor Nahuel. Y por otra parte yo estaba entrampado en una novela acerca de la vida de Ted Robledo (futbolista chileno de los años 50). Nunca había escrito una historia que abarcara décadas. Todas mis historias ocurrían en algunos días, algunas semanas o algunos meses. Pero nunca había desarrollado un argumento que considerara un protagonista viviendo su infancia, adolescencia y adultez dentro del libro. Cierta mañana en la Feria Caupolicán compré la novela ‘Forrest Gump’ y la leí en pocos días. Y descubrí que el Forrest de la novela es muy distinto al de la película. O sea no es solo un personaje, sino más bien un estereotipo. Y para hacer el ejercicio decidí escribir aquella novela. Fue una comedia porque mi Rayén, mi esposa, estaba embarazada. Así que pensé que no era bueno que me cargara con la energía que una novela de terror carga al autor mientras las escribe. Cuando la terminé, fue examinada por un pequeño grupo de amigos quienes se mataron de la risa. De ese modo, lo que empezó como un ejercicio, se transformó en una novela digna de ser llevada al papel. Y ya en el papel le fue fabuloso. Se editaron 300 ejemplares y en seis meses me quedaba con suerte un par de docenas, considerando que solo fue vendida en ferias locales y vía redes sociales.
-¿Estás preparando algún otro relato?
-Uf… esa es una pregunta muy sencilla de responder por cualquier escritor, porque todos, siempre, estamos preparando nuevos relatos. Pero en particular acabo de terminar un libro de cuentos de terror y fantasía que será publicado en el 2016. No está definido aún su nombre pero es un libro que conmemora los 50 años del disco Revolver, de The Beatles. Son catorce cuentos, cada uno de ellos inspirado, de alguna manera muy sutil en algunos casos, en las catorce canciones del disco. También estoy escribiendo una nueva novela de corte fantástico. Ha sido todo un desafío porque se tratará de un relato lipogramático (que prescinde de una o más letras). Pero de esa historia prefiero guardarme más datos, aunque ya tiene tratamiento y está finalizado, al menos, el 20% de su escritura final.