Susana Baca: “En Perú el racismo es un trauma nacional”

13 discos, dos premios Grammy e investigaciones sobre la raíz negra de su tierra convierten a Susana Baca en la mayor exponente en vida de la música afroperuana y una de las referentes culturales de Perú. En su paso por Viña del Mar donde ofreció un concierto, conversamos con ella de esto y aquello: su madre no quería que fuera artista, dice que el poder económico secuestró a Ollanta Humala, que los afros aún tienen en la memoria el dolor de la esclavitud, y que Perú se tiene que refundar.

susana baca - ljm

Por Diego Bravo Rayo

Eran pasadas las 21 horas en uno de los salones del Hotel O’Higgins de Viña del Mar. Los músicos intentaron aparecer sigilosos pero la avidez del público ya la sentía el presentador del show, lo que frustró la prudencia inicial. Tras ellos, apareció Susana.

Su vestido calipso dejaba ver sus brazos, mientras que sus aros y el anillo mezclaban ese color encerrados en plata. Susana Baca (72) apareció en el escenario con una sonrisa que da y acoge la calidez con que se ha desenvuelto en su carrera. Su cabello hirsuto, levemente canoso y de un dedo de grosor, y sus pies descalzos son coherentes con su arte.

Porque así estaba los domingos en Chorrillos, distrito de Lima, en la casa de Carmen de la Colina, su mamá. Allí, en ese pueblo costero de pescadores y agricultores de panllevar, nació, creció y, tras años afuera, retornó Susana Baca de  la Colina. Después de almorzar un escabeche de pollo o una chafainita y que los grandes se tomaran “una chela al polo”, empezaba a sonar en la casa la guitarra y traqueteo del cajón. Entonces la niña Susana dejaba de jugar con sus primos y hermanos y corría donde salía esa música que la hacía bailar tanto, de moverse al mágicamente improvisado ritmo negro. Así, con los pies descalzos.

Hoy, Susana Baca es la principal referente de la música afroperuana, considerada la heredera artística de Chabuca Granda, de quien fuera su ayudante. A su haber cuenta con 13 discos en los que, junto a sus composiciones, da vida musical a poemas de César Vallejo y Pablo Neruda, por medio de landós, huaynos, valses y otros ritmos propios del Perú. Dos premios Grammy respaldan su carrera: en 2002 y 2009, cuando apareció en el video de la canción “Latinoamérica” de Calle 13.

El interés por el rescate del componente afro en la cultura de su país no sólo se ciñó a la música; tras recorrer la costa peruana durante once años, en 1992 publicó el libro y disco “Del fuego y del agua”. Dicho trabajo fue realizado con su esposo Ricardo Pereira y Francisco Basili, donde recopilaron testimonios de comunidades afrodescendientes y realizaron estudios etnográficos. En 2013, junto al fotógrafo Giancarlo Aponte, lanzó el libro El amargo camino de la caña dulce. Lo africano en el Perú.

El entonces presidente Ollanta Humala la nombró ministra de Cultura, cargo que desempeñó entre julio y diciembre de 2011, tras un cambio de gabinete. Fue la segunda afrodescendiente en encabezar un ministerio en Perú, tras María Zavala, que en 2006 fue designada ministro de Justicia.

Volvamos a Chorrillos, a esa pequeña Susana. Carmen veía con alegría que su hija estuviera tan interesada y apasionada por la cultura popular. Era también su temor.

¿Por qué la preocupación?
–Porque éramos pobres y ella veía cómo los músicos populares de aquellos días morían tuberculosos en el hospital. No quería eso para su hija, sino que estudiara. Siempre rogaba “que Dios me dé vida y salud para lograr que la última de mis hijas estudie”. A ella le gustaba muchísimo la música, era una excelente bailarina. Cuando iba a las fiestas, la gente hacía un ruedo alrededor de ella mientras bailaba. Sin embargo tenía pánico a que me dedicara a la música y no tuviera qué comer. Fue incentivando en mí los estudios y cuando tenía buenas calificaciones me premiaba llevándome al cine y a disfrutar de la música. Me gustaba mucho la danza y fue una impresión enorme cuando vi el “Lago de los Cisnes” en una película. Eso me llevó a querer ser bailarina.-

Tan determinantes son para su memoria fueron los gozos para Susana como las frustraciones. Un día en la escuela, llegó una maestra de ballet a seleccionar niñas para su elenco. Susana se sentía la mejor bailarina del salón, por lo que su selección iba a ser cosa de paciencia. Al momento de las elecciones, al pragmático modo “esta sí, esta no”, vio que finalmente no iba a ser parte del ballet. Con la pena fresca por el resultado, Susana se dio cuenta de que las niñas que estaban en el salón junto a ella, las no seleccionadas, eran negras e indias, mientras que afuera las escogidas –como ya puede suponer- eran las niñas más blancas.

–Fue un momento que marcó mi vida.

¿Eso era muy común en aquellos días?

–En el Perú de hoy la discriminación racial es también un motivo de lucha.


Como artista e investigadora, ¿cómo observa el racismo que hay nuestros pueblos, como el peruano, donde el mestizaje pareciera no ser aceptado por todos?

–Antes se decía que era un “racismo solapado” ¡de qué solapado me hablan! Recuerdo hace unos pocos años un aviso en el periódico que estaba destinado a “gente de buena presencia” y características de color de ojo y de piel. Ya ve usted que nadie quiere ser del color de los rechazados, entonces la gente oculta su físico haciendo cosas como alisarse el pelo, aclararse la piel, no llevar a los niños a la playa para no oscurecerse y otras limitaciones tremendas del goce natural de esa edad. Ves andinos que se ondulan el pelo para no pasar por indios. (En Perú) El racismo es un trauma nacional que hay que asumir y decir: Perú es un país racista. En las redes(sociales de internet), bajo el anonimato, le sale al peruano todo el vómito del racismo. Cuando el ex Presidente Ollanta Humala sale elegido, aunque después nos hayamos arrepentido o lo que sea (se ríe), en las redes hubo un ataque racial que marcó un antes y un después en cuanto a discriminación.

¿No se había visto eso antes?

–No queríamos verlo y cuando sale te preguntas ¿en qué país estamos viviendo?. Ese racismo nos lesiona y atrasa. Cuando era ministra, siempre dije que la riqueza del Perú está en su variedad. Eso de tener todas las sangres, de tener influencias de todos lados, de estar enormemente mezclados. Si tomas una fotografía de un aula de niños, ves matices de los colores y rasgos que tenemos. ¡Es una belleza! Los artistas y los fotógrafos de alguna forma rescatan este sentido, viendo esa belleza que no solamente hay en los rasgos europeos sino en los indígenas y en los afrodescendientes.

Qué cosa más rica que la comida peruana.

–Y la respuesta a que sea tan rica justamente es por la variedad y mezclas de orígenes que te mencionaba.

 

LA TENTACIÓN DEL PODER

¿Cómo se vive ser artista y a la vez ministra?

–Los artistas no estamos acostumbrados a estos cargos. La prensa me atacaba porque yo aún tenía compromisos como artista, los cuales tuve que cancelar y eso me implicó perder muchísimo. El ministerio de la Cultura es un cargo de muchísima responsabilidad por ser el Perú un país tan diverso, por su patrimonio monumental y la cultura viva que tiene. Como ministra vi que cuidar todos los bailes peruanos era tan importante como proteger Machu Picchu y la riqueza peruana que ha sido sustraída y repartida por el mundo. En algunos lugares están mejor cuidados que otros pero eso les pertenece a los peruanos y esas reliquias deben regresar, ¿pero dónde? Para recibirlas necesitamos infraestructura de primer nivel y con el presupuesto miserable del ministerio de Cultura era imposible.

¿Siente que tiene “cintura política”?

–No, yo creo que conmovía con mi manera de ser, honesta. Yo les decía “miren, este es el problema”. El Perú tiene 18 mil ‘huacas’ (Sepulcros indígenas) importantes y los pueblos los podrían ocupar para explotarlos turísticamente. Es que el turista que viene al Perú es cultural: viene a Machu Picchu a sacarse la foto de rigor que estará en su sala, pero también viene a ver la historia de las comunidades de todo el Cusco, escuchar la música, a comer… Si somos un país así, ¿cómo es posible que por cada peruano el Estado invierta 40 centavos de dólar? ¡No puede ser, pues! Es contraproducente cuando la mayor riqueza del turismo está en la cultura.

Fueron 133 días como ministra de Cultura, en el gobierno de Ollanta Humala. Su salida coincidió con un gran cambio de gabinete. Fue una sacudida política fuerte, al parecer.

–No sé qué decir. No sé si la derecha, los empresarios, pero algo de esas personas que siempre han dirigido al Perú no quería de ninguna manera gente pensante que estuviera en el otro lado. Secuestraron anímica y mentalmente al Presidente Humala, le dijeron ‘este es el camino y no habrá problema si lo sigues’. Así fue, lo sabemos, no somos inocentes tampoco. En los primeros días Humala como Presidente había mucha esperanza de que las cosas marcharan de mejor manera.

Muchas veces los artistas se han visto maniatados e impotentes ante el poder político o, inclusive, cuando está ese poder en sus manos. ¿Cómo fue para ti? ¿La repetirías?

–Nooo. Yo siempre hago una broma sobre esto: solamente volvería a ser ministra de Cultura si el Presidente fuese Pepe Mujica. Es un hombre sensible; con otro presidente, no creo.

La famosa pregunta “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, aparecida en el inicio del libro “Conversación en la catedral” de Vargas Llosa, parece condensar mucho del sentir de muchos peruanos: plantea una suerte de decadencia en la que cayó el Perú. ¿Cómo lo ve usted? ¿Es tan así?

–En  Conversación en la Catedral hay un análisis deprimente, pero mucho más duro fue Vargas Llosa en El pez en agua, porque lo publicó cuando era candidato. No sé si estamos en una decadencia insalvable pero lo único que sé es que hay que refundar el Perú. Se ha normalizado en algunos sectores asumir que el político roba en base a todos los casos de corrupción que han salido a la luz. Hay calles del Perú con el nombre de sinvergüenzas y eso se debe cambiar. En este Perú de ahora hay un surgir de los jóvenes que no quieren saber de la actual clase política pero que se está organizando políticamente. Ese ‘roba pero obra’ ya no lo aceptan. Yo veo esto con mucha ilusión y esperanza. Quizás no lo alcance a ver en vida, pero al menos tenemos esto.

¿Cómo fue asumirse, en algún momento, como famosa o reconocida? ¿La edad ayuda a morigerar las trampas del ego? 

–Es bonito eso que dices. Lo más increíble fue la tentación del poder. Yo, una mujer común y corriente, estoy acostumbrada a caminar, a hacer mis compras en el mercado, claro que cuando voy me hacen muchos cariños; me regalan víveres y me dicen ‘cómo le vamos a cobrar a usted que hace tanto por el Perú’. Son cosas que emocionan hasta las lágrimas. Recuerdo cuando me invistieron como ministra, me colocaron una faja horrible y que a los gordos les quedaría feísimo. Tras la ceremonia no tenía mi cartera; alguien se había echo cargo de ella. Otro me indicó para dónde ir, me llevaron a un auto que, al salir a la calle, le abrían el paso. Allí me veía asombrada con todo esto, entonces yo empezaba a pegarme en la cara (simula cachetadas a sí misma) y me decía ‘¡no te acostumbres, no te acostumbres!’.

En tu paso por Chile, ¿has visto algo que te conmovió por su autenticidad?

–Ayer una concejala de San Bernardo nos invitó a comer a su casa, fue algo hermoso. Vi cómo se freían las empanadas, que al comerlas ¡el queso se salía! Nunca había comido eso. ¡Y los porotos! Porque no era ‘seco’, como comemos en el Perú, sino algo más espeso y con carne mechada encima. ¡Ay no! Nunca me habían dicho que eso era chileno. ¡Y esos pastelitos, los ‘chilenitos’! Qué delicia. Allí te das cuenta de la creatividad de la gente, cómo crean esos sabores. Había una señora con sus manos en la cintura que era la jefa de la cocina: ¡qué cosa más linda, cómo somos!. Si sacan a todos los latinos de Estados Unidos, ese país se va a fregar, se va a volver aburrido.

Foto: Diego Bravo Rayo
Foto: Diego Bravo Rayo

AFROMEMORIA

¿Por qué prevalecieron las expresiones afrodescendientes al ser oprimidos?

–La carga cultural afrodescendiente es muy fuerte. Cuando empecé a recoger canciones, desde las que se cantaban en mi familia y luego a lo largo del Perú, imaginé cuánta cultura habremos perdido por el olvido a propósito. Conocí el pueblo de Acarí entre 2011 o 2012, famoso por una canción popular peruana (“Toro mata”) en la que decía “este negro no es de aquí, este negro es de Acarí”. Llegué a un anciano negro que nació esclavo. Cuando le fui a preguntar me negaba con la cabeza; es algo que no quieren hablar y que desean olvidar como sea, porque de no hacerlo no podrían ser felices. “No no, yo no viví eso, no he sido esclavo”. Esto me pasó mucho en los viajes. Es que ha sido una vejación muy grande, insoportable. De hecho he visto a afroperuanos que les prohíben a sus niños hacer música como negros, porque eso es negativo o les recuerda el dolor que han vivido.



Una vez en Chincha recuerdo que estaba reunida con los más viejos y terminamos cantando y bailando, sentados al fondo de una casa, donde están los patos y las gallinas. Cuando paró la música fue como haber regresado a mi cuerpo, porque estábamos todos en una especie de posesión mágica. El guitarrista terminó con varias cuerdas rotas. Esto será parte de mi biografía

¿Qué cosas te sorprendieron en el viaje a África con la mezzosoprano María Cecilia Toledo?

–Cuando estuvimos en Marruecos, que si bien es diferente al África más negro, nos presentamos ante un público que nos acompañó con las palmas y encajaron perfectamente en nuestro ritmo. ‘Estamos en el África, no hay nada que hacer’, nos dijimos. Después fuimos al Congo y es un lugar donde hay mucho dolor; es que han sufrido mucho. La colonización es la culpable de su atraso, sólo saquearon y no dejaron nada para el desarrollo de esos pueblos. A pesar de esto, la cultura sobrevive y eso es su fortaleza. En Nigeria vimos que la gente aprendió los ritmos afroperuanos y cuando llegamos al hotel había una muchedumbre que nos recibió cantando. Esos fueron los momentos más bellos de mi vida artística.

¿Hay diferencias en la valoración de la raíz afro dentro de América Latina?

–Cada vez hay mayor presencia, la gente está saliendo con más orgullo a mostrar sus raíces. He leído sobre la raíz africana en nuestro continente y he leído con burla hacia algunos autores que decían que ‘…y vinieron con sus instrumentos’. ¡Pero si eran esclavos, venían amarrados en el fondo del barco! ¡Qué instrumento iban a traer si es que con suerte podían llegar vivos!

Los instrumentos negros nacen en América.

–Es como una herencia, es que existe una memoria para el ritmo y la música. ¿Cómo no va a ser así? Los africanos estaban esclavizados, enclaustrados, por ejemplo, en los algodonales. En el norte peruano, a los negros se los confinaba a en un galpón y les daban una calabaza con la que medían los granos de maíz que iban a cocinar para sí. Pero sucedía que la misma calabaza también la volteaban, se la colocaban en las piernas y la tocaban. De dónde habrán sacado esos ritmos si no es de la memoria cultural. Felizmente la han podido guardar.

 

Comenta desde Facebook

Comentarios

0 replies on “Susana Baca: “En Perú el racismo es un trauma nacional””