El martes 2 de abril la SCD realizó el Primer Encuentro de Música y Género: Mujeres, latinas y creadoras, espacio que congregó a artistas chilenas y latinoamericanas, entre ellas la destacada rapera feminista y anarquista guatemalteca Rebeca Lane. Un día antes la artista participó de una íntima jornada de conversación y encuentro en la Tienda Kiltra donde gracias a las gestiones sororas de las amistades en Santiago, logramos entregarle unas preguntas ¡Y las respondió con mucho amor!
Por Valeria Viancos
Las letras de tus canciones transmiten un mensaje muy potente que hacen visible la realidad de Guatemala en sus diferentes problemáticas sociales y culturales. ¿En qué momento de tu vida decidiste que la música sería un puente para este activismo?
–Empecé a cantar a los 28 años, no fue desde pequeña. Antes de eso hice activismo, a través del teatro y muralismo, entonces realmente siempre estuve vinculada al arte. Yo vengo de un país que ha vivido guerra y sigue en guerra todavía, entonces era una necesidad de nosotros como generación armar un espacio de no violencia, desde el arte, desde la música, desde el teatro, desde las distintas expresiones. Pero también dentro de estos activismos y de estos espacios de izquierdas y movimientos sociales hay mucho machismo. Yo me retiré de muchos espacios activistas durante algún tiempo, porque necesitaba encontrarme a mí misma, necesitaba que mi voz como mujer no fuera negada en ese espacio. Y desde la poesía comencé a explorar lo que para mí significaba ser mujer de un país en Centroamérica. El rap es poesía con base instrumental, entonces desde los 25 y 28 años mi escritura de poesía fue más sostenida y comencé a hacer música.
En tus letras podemos encontrar similitudes entre la realidad chilena y la guatemalteca, se puede decir que la violencia sistemática que vivimos es una problemática que afecta a todos los países latinoamericanos…
–Creo que el sistema patriarcal está instalado a nivel global, es uno de los sistemas más antiguos, por no decir el primer sistema de opresión que ha existido, y lo que observo desde mi territorio hacia Chile es que existe una criminalización del pueblo mapuche. En mi territorio también hay una criminalización de los pueblos originarios que están en defensa del territorio. Veo que hay presos políticos, veo que simbólicamente se está coartando la libertad de los pueblos de expresarse culturalmente, y muchas de esas personas que están presas o que estuvieron presas, tanto aquí como en Argentina, son personas que tienen una función espiritual dentro sus comunidades. Hay un ataque sistemático. Es una característica de los estados latinoamericanos, esa búsqueda de homogeneizar los seres para volverlos occidentales hace que tengamos un profundo desprecio por nuestras raíces, por nuestras resistencias y un desapego del territorio. Nuestros estados nacionales no quieren gente que esté dispuesta a dar la vida por defender un río, porque por ese río una empresa le va a pagar mucha plata. Yo creo que esas violencias racistas, machistas y patriarcales definitivamente es algo que comparten todos los estados nacionales del mundo.

¿Qué te mueve al escribir?
–Además de ser socióloga y cantante, soy una persona que habita ese espacio, que estoy: transito las calles, uso el transporte público, vivo y convivo en este cuerpo, en estos territorios donde hay una violencia machista y racista. Entonces, lo que a mí me mueve, son sobre todo esas violencias que me atraviesan, a mí, a ti, y a la mayoría de las compañeras. Hay mujeres que dicen “no existe el machismo, porque yo no viví violencia. Ese hombre que tú estás acusando a mí no me ha tratado mal, lo que tú estás diciendo no es real”, hay una visión muy individualista.
Nos invitas a pensar desde lo colectivo…
–Para mí es importante ver mi cuerpo como un cuerpo colectivo, es decir, mi cuerpo no es solo esto que estoy tocando, mi cuerpo es mi territorio, mi cuerpo son mis hermanas, mi cuerpo es mi familia. Lo que nos pasa a nosotras como mujeres, lo que le pasa a los pueblos en resistencia, lo que le pasa a los pueblos originarios, los pueblos afrodescendientes, lo que le pasa a las comunidades excluidas históricamente del bienestar social, me pasa a mí también. Yo no puedo ser libre hasta que todas mis compañeras, compañeros y compañeres no seamos libres y desde ahí parto a hablar. Y definitivamente algo importante que ha tomado un giro en mi último disco Obsidiana (2018) es reconocer que no estamos hablando solo de los cuerpos físicos, sino que estamos hablando de una defensa del territorio. Hoy por hoy nuestro territorio está siendo acechado y está siendo explotado, y para mí es tan importante la lucha territorial como la lucha feminista, porque finalmente el ataque patriarcal por la explotación de los cuerpos de las mujeres y de la tierra viene del mismo sistema de opresión.

¿De qué manera las expresiones artísticas han permitido a las mujeres abrirse paso hacia el feminismo?
–Yo creo que el hip hop ha sido una herramienta para las mujeres en Centroamérica en primer lugar para salir de ciertas opresiones que se viven a nivel familiar. Las mujeres en un primer momento tienen que romper con una imagen patriarcal que tienen las familias acerca de lo que puede o no puede hacer una mujer. Muchas veces no quieren que uses un micrófono y hables lo que quieras decir, que bailes como quieras bailar, que estés grafiteando una pared o que estés siendo una DJ en una fiesta. Entonces, eso en un primer momento, es un empoderamiento individual. Pero luego, también a partir de estar en la cultura en la que estamos, convivimos y creamos juntas, se ha convertido en una herramienta de lucha política y en la construcción de una comunidad, siendo un feminismo que sin ser académico, sin tener mayor instrucción, sin tener mayor formación, nos ha llevado a nosotras a trabajar juntas, a convivir y a crear espacios, a pensar más allá de nuestras carreras individuales y pensar en cómo dejar un mejor movimiento y un mejor espacio para las niñas y para las mujeres que hoy por hoy quieran acercarse a esta cultura.
El arte entonces nos une para construir comunidad, para nunca más estar solas.
–Yo creo que definitivamente más allá del mero hecho de expresarse en una canción ha sido una herramienta de articulación y de creación de comunidad, y eso es muy importante, porque el feminismo no es solo una concepción individual, también es una práctica política colectiva. En esa práctica política colectiva aprendemos muchas cosas, en el caso del arte, en este espacio (actividad de SCD) somos todas mujeres cantantes y la gente en lo primero que piensa es “ay no, el ego, las divas, no se van a llevar a bien” y contrario a eso, estamos rompiendo nosotras mismas con esas prácticas que son aprendidas, para decir “no, trabajemos juntas, trabajemos con el ego y no para el ego”.