Que retorne el poder de las madres

Por Fanny Campos E. 

Leer el libro de no ficción El vacío de la maternidad de la fallecida escritora y psicóloga feminista española Victoria Sau, es acompañarla en el recorrido melindroso que hizo en los noventa para retratar ciertos acontecimientos históricos, así como las creencias en la línea judeocristiana y griega que subyacen a la instauración del Patriarcado. ¿Por qué y cómo llegamos a que el Padre fagocitara a la Madre, dejándola secuestrada al servicio de las funciones meramente biológicas y las demás que se le encomienda para continuar con el status quo, “haciéndole hijos al marido, al Estado, a los poderes culturales masculinos”?

El punto de partida de este trayecto fue la resistencia que le causó a Sau leer en El segundo sexo de Simone de Beauvoir, la superioridad que la humanidad atribuye “al sexo que mata y no al que engendra”, puesto que —según esa clásica autora francés— dar vida no representa un riesgo. Entonces, Victoria se preguntó “¿cómo era posible que dar Vida no fuera un riesgo, un riesgo además trascendental?” y con ella, es fácil convenir en que sí existe tal riesgo, incluso de muerte en el parir, pero más allá de lo físico, está el riesgo del compromiso, un compromiso tan fuerte como lo sería la maternidad, de existir tal. 

La tesis que plantea la autora es que la maternidad dejó de existir desde que ganó el combate el Padre. Desde entonces, las no-madres, una vez desprovistas de todo poder, reducidas a la sumisión, han llegado a permitir e incluso propiciar que les hijes que ellas mismas paren, sean entregados a las guerras y al servicio al Padre. Por eso, la generalizada sensación de orfandad, ese no contar con una férrea defensa de las madres de las que hemos nacido huérfanos y sobre todo huérfanas. Sau da variados ejemplos de índole literario y psicológico acerca la frecuente rebeldía de las hijas abandonadas, hacia esas falsas madres, esas mujeres fálicas, esas “madres con barba”, porque esas no-madres que solo son un apéndice del padre, están obligadas a transmitir como meras ventrílocuas a las hijas la “feminidad secundaria”, educándola para el sacrificio y la esclavitud. 

Lo interesante es que no siempre fue así, sino todo lo contrario. Debido justamente al protagonismo biológico en la procreación, en los albores de la humanidad era la Madre quien detentaba el poder de vida y de muerte. ¡Qué más poder que decidir quién nace y quién no! Pero el posterior descubrimiento de la participación de la esperma masculina en dicho proceso reproductivo, dio pie a que esa conciencia masculina irrumpiera salvajemente contra la Madre, despojándola del poder de decisión (impedir el aborto fue clave, perseguir la virginidad, también), privar a las sacerdotisas de su autoridad, sustituir el matrilinaje por el patrilinaje, y jerarquizar el sistema socioeconómico; dando pie al absolutismo paterno. En este sistema, sostiene la autora, los hijos ya no son producto del amor de pareja, sino de satisfacción de las necesidades masculinas: demostrar virilidad, ganar status, liberar impulsos sádicos hacia la mujer, impedir que tenga tiempo disponible para sí, asegurarse una continuación lo más clónica posible (por eso anhelan hijos varones), y contar con carne de cañón o fichas en las partidas de ajedrez.

El hecho de que no siempre haya sido así, es crucial y esperanzador, ya que no tiene tampoco porqué seguir siéndolo. “Tuvo un comienzo y tendrá un final”, destaca Sau en su último capítulo titulado “El futuro es mujer”. Futuro que a mi entender estamos cursando. Estamos en la fase de reconciliación, reconocemos las diferencias entre los diversos géneros, pero no ya para jerarquizarnos les unes a les otres, sino para reconocernos como personas diferentes, pero que gozamos de los mismos derechos humanos. Vivimos en una época en la que se está desacralizando la imagen paterna, lo cual hará crecer la paternidad hasta entonces mermada por el infantilismo de la andrógina. Se están también valorando las infancias, desde fines de los años 50 se inició ese proceso, reconociéndoles derechos por vez primera a los niños, así con esa o masculina fagocitante, pero en estos tiempos cada vez es más cuestionada tal andorocentrismo, abriéndose paso el lenguaje inclusivo en el habla y la revalorización de lo no tradicionalmente masculino, y una instalación de la maternidad y la infancia como hechos psicosociales trascendentes.

Las madres estamos llamadas a ser sujetos de derecho, históricas, agentes socioculturales, cada una desde su diferencia. Es la única forma de que la vida, con todo el verdadero peso de esa palabra —muy lejana a lo “provida”— sea realmente defendida. Así pues, termino estas líneas citando a la poeta Winétt de Rokha: “Defendamos los hijos acaecidos como rosas rojas o amapolas,/ defendamos el pan y la leche para sus vidas sin defensa.” 

¡Que la vida nunca más quede sin defensa, que retorne el poder de las madres!

Título: El vacío de la maternidad. Madre no hay más que ninguna
Autora: Victoria Sau
Primera Edición: 1995
Edición leída: Icaria editorial, Barcelona, 2004.
Cantidad de páginas: 127
ISBN: 978-84-7426-239-1

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