
La primera, única y exclusiva finalidad de la existencia del primer festival de arte erótico, es provocar. Provocar el deseo, las emociones, los placeres hedonistas. Provocar cierta confusión, cierto terrorismo erótico con toda la intensidad posible y debida. Entendiendo que este tema es un gran espectáculo, donde la gente se detiene, observa lo que le pasa y algunas enganchan con la invitación; otras personas siguen incólumes; pero todos sin excepción, somos protagonistas y espectadores de aquella escena móvil e inquieta del deseo y, sus acompañantes màs directos, tales como el nerviosismo, la desesperación, la ansiedad y otras sensaciones subterráneas.
Por Guillermo Pallacan R, director de festARTErótica
Pretendemos también, por qué no, la complicidad, aunque no sean conscientes de aquello. Cómplices en el despertar de la animalidad erótica, porque lo erótico no es de uno. No nos pertenece, se nos aparece intempestivamente y nos desborda de emociones. De emociones y pasiones que resultan inmanejables. Pero se necesitan dos para suscitar la explosión; dos para que ocurra la reciprocidad tanto de un emisor que incita, como de un receptor que es golpeado con la propuesta, en un juego que es elaborado de tal forma que no opondrán resistencia al influjo recíproco, siendo ambos, prisioneros y esclavos a la vez, de una sensación que traemos con nosotros desde tiempos pretéritos del ser humano sobre la faz de la tierra.
¿Por qué existe el arte? Y, en específico, ¿Por qué la existencia y perdurabilidad del arte erótico?
Debido a que las palabras no tienen la fuerza suficiente, en ocasiones debemos recurrir a las imágenes para intentar dar respuesta a algunas inquietudes que nos rondan. Podríamos decir que el arte transforma momentos fortuitos en hechos memorables y, lo importante, es lo que no se ve. Por eso dudamos de las manifestaciones artísticas y el arte en general; desconfiamos y dudamos de él porque no lo vemos, somos ignorantes a su influjo; pero lo sentimos, lo intuimos. Son los procesos de la conciencia el material con que se fabrica el arte.

Y, ¿Cuál es la primera y original naturaleza del deseo?. De acuerdo a antecedentes y registros, sería el fuego. Tan solo el fuego es el sustentador e iluminador natural.
“Un hombre que no haya pasado por el infierno de sus pasiones no las habrá dominado todavía. Las pasiones se encuentran entonces, en la casa contigua, y sin que el lo advierta, puede surgir una llama y pasar a su propia casa. En cuanto uno se abandona demasiado, se posterga, o casi se olvida, existe la posibilidad y el peligro de que lo abandonado vuelva con redoblada fuerza.” (C.G. Jung)
La historia del erotismo tiene sentido solo si posee algún tipo de significado en el presente; sino es así está muerta. Por eso es importante trabajar con una propuesta de continuidades en la que los sucesos y aconteceres estén encadenados; para comenzar a analizar y proponer ejes de acción a partir de un punto de vista esperable, con direcciones establecidas; antes que desde un punto de vista en el que las opiniones estén anquilosadas en prejuicios despectivos, antojadizos y que denostan.
La maldición sobre lo erótico , en muchas ocasiones instigadas por la tradición católica, influye para que no profundicemos en aquel tema que es entregarse al deseo; siendo este concepto el que menos elaboración ha tenido, como si lo ha tenido el amor, existiendo todo un organigrama al respecto, no así con el deseo erótico. Existen muy pocas obras que reflexionan y piensan el tema, para generar discurso y un marco teórico adecuado.
Pero, ¿qué lugar ocupa el deseo en nuestra sociedad y, algo más trascendental, qué lugar ocupa en nosotros, en nuestra interioridad más oculta? Y, ¿en qué medida la sociedad mata a esa fuerza que nos mueve hacia latitudes insospechadas y misteriosas?
Es difícil pensarlo en la medida que no contamos con toda una literatura a la cual recurrir sobre el deseo erótico, solo nos limitamos a admitir que el deseo es en realidad una formación síquica temporal, referida a un contexto, a cierto momento desatado por la presencia de otro que logramos captar a través de una fuerza dentro de un ser, de una obra, un cuadro, una foto, una novela, una película, etc. Pero que nos destroza internamente, por y para siempre, haciéndonos nacer de nuevo hacia dimensiones desconocidas, pero que nos pertenece e ignoramos.