Palabras desde el corazón

Ilustración: Renzo Soto
Ilustración: Renzo Soto
Ilustración: Renzo Soto

Por Renzo Soto*

#Opinión

Estas palabras reconozco, las escribo desde la comodidad de mi casa, un domingo al medio día, afortunadamente con mis hijos pululando por ahí, felices, ajenos a toda esta tremenda debacle que hace tambalear nuestra manoseada “institucionalidad”.

No tenemos mucho, y lo que hay se ha construido con esfuerzo. Por ello, aunque muchos estamos a miles de kilómetros de distancia, no podemos menos que sentir pena e impotencia. Y no con la naturaleza que finalmente solo hace su pega, ni más ni menos.

La indignación para variar, es con las autoridades. ¿Qué pretenden estos señores caminando por el lugar de la catástrofe, con el barro hasta la cintura? ¿Un blanqueamiento mágico de imagen? Todos los desastres que el país ha padecido estos últimos años podrían haber tenido consecuencias menores si las sanguijuelas -electas por un pueblo muy poco informado- realmente se dedicaran a gobernar, a administrar el Estado. En cambio, ya se ha visto con sobrada evidencia que su único fin es llenarse los bolsillos, aumentando a través de leyes express sus honorarios, defraudando al Fisco a través de instrumentos falsos o adulterados, coludiéndose con la empresa privada, en actos que van bastante más allá de un simple lobby.

Nuestras autoridades están en franca colusión con los poderosos grupos privados, quienes finalmente son los que deciden tales o cuales leyes son las que se aprobarán en el Congreso, obvio, para su beneficio y en desmedro del pueblo. Un desmedro desmedido, cruel y codicioso.

Y lo peor de todo, éste cáncer es totalmente transversal. La derecha y la izquierda -asumámoslo de una buena vez- ya no existen. No al menos como nosotros pensábamos que funcionaban. Mientras aun en bares y universidades se defienden acaloradamente las políticas inclusivas de Allende o los actos de limpieza social de Pinochet, éstos políticos otrora defensores de uno u otro bando, se unen para robar y enriquecerse abrazados, mientras sus partidarios perpetúan el circo y se siguen tirando de las mechas en las calles.

El país está siendo arrasado por las grandes corporaciones a vista y paciencia nuestra y con la venia de las autoridades.

Peligrosos tranques de relave donde las mineras desechan sus más tóxicos residuos son una bomba de tiempo para los abandonados pueblos del norte, los bosques de eucaliptus y flora nativa de Valparaíso son devastados en gigantescos incendios forestales intencionales provocados por las mismas autoridades en colusión con privados para erradicar los barrios populares e implementar nuevos, numerosos y horrendos conjuntos habitacionales.

Asimismo, con la misma política, el casco histórico de Valparaíso está siendo destruido de forma paulatina y metódica, dando paso a enormes edificios de altura que no respetan ni se condicen bajo ningún punto de vista con la particular y añosa estética del puerto.

En Viña del Mar, tanto como en Valparaíso en plano regulador no es respetado, se destruyen inmuebles patrimoniales, se construye en altura, se erradican barrios tradicionales, se priva de la vista a la bahía a sus habitantes nativos. La empresa privada y los niños bien santiaguinos tirados a hippies se han tomado los cerros más turísticos de Valparaíso y los han convertido en exclusivos ghettos donde el habitante común y silvestre se siente casi un extraño no bienvenido.

Los apellidos de altos funcionarios de gobierno se repiten una y otra vez en proyectos inmobiliarios, agrícolas, mineros, de la banca y el retail. Mención especial merece el de la pesca, recurso endémico secuestrado por las pocas familias criollas más acaudaladas, cuyas políticas han devastado los mares costeros del sur de Chile y han dejado sin fuente de ingresos a miles de pescadores artesanales a lo largo de toda la costa territorial.

En el extremo sur se permite el asentamiento de poderosas familias judías y norteamericanas que se apoderan de nuestros recursos naturales por precios irrisorios para crear complejos turísticos y micro ambientes autosustentables privados, exclusivos.

El chileno en cambio, recibe sueldos de hambre y viviendas precarias, con pésima urbanización y dificultades de todo tipo para desarrollar comunidades a la altura de un país autodenominado “en vías de desarrollo”. Al poblador común y corriente se le da pan y circo del más barato, televisión pública de la más baja calidad, comedias para ellas y fútbol para ellos. Sin acceso mínimo a fuentes significativas de desarrollo intelectual.

Nunca hay diligencia cuando se trata de aprobar leyes que beneficien a los habitantes, a los trabajadores y estudiantes honestos de este país.

En fin, podríamos llenar páginas y páginas con hechos de negligencia y despotismo por parte de quienes nosotros mismos hemos elegido, con nombres y apellidos incluso, pero no vale la pena. Escribo estas palabras desde la comodidad de mi hogar, en la medida de los posible, porque lo siento necesario, porque hoy le toca a los del norte, mañana a los del sur y mientras nos ahogamos o quemamos, las autoridades permiten que los supermercados especulen con el sufrimiento ajeno, pues finalmente estos carerajas siempre recibirán su tajada.


 

*Dibujante porteño http://renzosoto.blogspot.com/

 

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