Nunca subí el Provincia de Ignacio Agüero: Aprender a mirar lo cotidiano

Por Alejandro Torres

Cada vez que el cineasta Ignacio Agüero (Santiago, 1952) estrena un nuevo documental, se traduce en una experiencia personal. Es como recibir una carta por correo. Y no me refiero al saturado mail, sino al verdadero correo, el correo postal, que te llega a la casa, inesperado. Esa carta escrita a lápiz como un rito especial, con olor a piel, a auténtico y humano, que, tras el envío, sigue su ruta, su viaje hasta ese cajón donde se quedará y sus palabras se perpetuarán para siempre.

Parte de su obra tiene esta característica, eso de unir amores y obsesiones, desde sus inicios en 1977. Estudioso del cine, el documentalista y a ratos actor tiene entre sus formación temprana haber cursado estudios de arquitectura, es quizás una posible respuesta a su hábito de la observación analítica -pero nunca clínica- de lo que ve y siente, como ya nos tiene acostumbrados desde Aquí se construye o Ya no existe el lugar donde nací (2000). Este nuevo documental, junto a sus dos últimas obras El otro día (2012), y Como me da la gana II (2016) se han convertido en una suerte de trilogía con las ideas y divagaciones del director. 

Y es efectivamente así, cómo se nos presenta Nunca subí el Provincia, como una especie de bitácora en forma de cartas a una joven realizadora, reviviendo como antaño la escritura como forma de conexión. Agüero escribe (o describe) una bitácora visual en forma de cartas, en las cuales va cuestionando su entorno desde la mirada con profunda reflexión. Son cartas sin respuesta aparente, desde la perspectiva de un pensador que observa cómo se va creando y destruyendo una esquina del barrio, de una ciudad, de un país. Nos habla de estas esquinas con alma, que resuenan en el tiempo, abstractas en el tiempo espacio barrial. Se cuestiona el por qué, tal como se lo preguntaría un vecino antiguo de la ciudad, como la voz de todos los habitantes que, como él, han perdido la vista eterna que tenía su casa y su ventana al cerro Provincia, en el santiaguino barrio donde ha vivido por más de 20 años. A través de los pequeños sucesos de este lugar, el director hace un llamado a una reflexión personal, para que cada espectador preste atención a sus pequeñas historias cotidianas, irrepetibles y auténticas, que se producen en las esquinas de cualquier ciudad, en los callejones de cualquier pueblo y quizás también en  una sala de proyección en la plaza Victoria de Valparaíso.

Nos habla desde su propia experiencia con la gentrificación y la pérdida de los rincones que parecían intocables de su barrio, con la edificación de adefesios arquitectónicos que van arruinando el paisaje de la ciudad y que, tal como la ciudad puerto en donde vivo, es una enfermedad mortal que hemos sufrido por décadas. 

Pareciera ser que Nunca subí el Provincia funciona mejor aún después de la aproximación pandémica donde la mirada del exterior tiene un aire diferente, donde el ejercicio de pasear y divagar nos lleva de inmediato a una nostalgia por estar en el afuera inmediato, sintiendo y palpando cotidianeidades, como una postal de agradecimiento a  la vida del barrio,  a sus cambios permitidos, y también a sus sistemáticas violaciones estéticas, tan comunes en la frivolidad mobiliaria actual. Se hace cercano, como un amigo. Como Ignacio. Es la misma cercanía en el tratamiento de las imágenes, donde la espontaneidad del montaje de Sophie Franca y su colusión con el autor, nos presenta una mirada sin previo aviso, denotado en la impagable libertad en el rodaje. Un documental del que aprendemos la pausa y la calma pero también idas y vueltas al pasado, como la experiencia de ir de un tiempo a otro sin previo aviso. 

Me topé en una oportunidad con una versión cómic de En una estación de buen tiempo, cuento escrito por Ray Bradbury. En él, George es un amante de las artes y especialmente de Pablo Picasso. En una de las esquinas de la vida, se lo encuentra durante una solitaria caminata por la costa francesa, mientras Picasso, sin ser visto, dibuja como un niño en la arena de una playa, realizando una obra mágica, llena de vida pero perecible en la fragilidad del lienzo. Pronto cae en cuenta de su mala suerte en la imposibilidad de rescatar esa obra enmarcada en la arena, sin saber disfrutar del momento de contemplación que esa obra sublime representa. A veces, estamos solamente por el propósito de mirar. De observar. De realizar el ejercicio humano de maravillarse de la existencia del ahora. Estemos agradecidos que, a diferencia de George, Ignacio Agüero sí puede perpetuar esos recuerdos en forma de un diario de vida personal, y por sobretodo, visual. 

Un documental totalmente recomendable para aprender a mirar lo cotidiano y aún así, maravillarse de ello. Nos despedimos con tus palabras, esperando ansiosamente tu próxima carta.

…Como ves, las cosas siguen más o menos igual, se despide con afecto, te abraza, besos.

Atentamente, hasta la próxima”.

Ficha Técnica

NUNCA SUBÍ EL PROVINCIA

Dónde verlo: www.miradoc.cl

PREMIOS 

– Grand Prix International Competition, Fid Marseille, 2019.

– Premio María a Mejor Película Internacional, Festival Internacional de Cine de Cali FICCALI, 2019.

– Mejor Largometraje Competencia Latinoamericana, Festival Internacional de Cine Mar del Plata, 2019.

FICHA TÉCNICA:

Dirección: Ignacio Agüero Piwonka.
Guión: Ignacio Agüero Piwonka.
Producción ejecutiva: Macarena López y Alba Gaviraghi.
Fotografía: Matias Illanes, Gabriel Díaz, Ignacio Agüero.
Sonido: Carlo Sánchez, Felipe Zabala, Claudio Vargas.
Montaje: Sophie França.
Producido por: Manufactura de Películas.

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