El arquitecto y doctor en Historia colombiano Luis Fernando González participó recientemente en el encuentro “Colaboración entre sistemas territoriales complejos, diálogos entre Medellín y Valparaíso” que organizó Puerto de Ideas en Valparaíso. Su presentación sobre la historia del desarrollo urbano de la ciudad colombiana fue crítica en relación a la delicada relación entre hábitat y patrimonio. La Juguera Magazine conversó con el académico acerca de este precario equilibrio siempre en cuestión en la ciudad puerto. Y a tres meses del incendio que quemó 7 cerros, le preguntamos además, ¿cuál es el patrimonio ante la tragedia?.

Por Alejandra Delgado
Fotos: Fabián Carvallo
Usted ha dicho que es complejo hablar, en Valparaíso, desde el espejo deformado de Medellín, pues se corre el riesgo de idolatrar modelos externos. Con esa advertencia hecha y lo que ha podido observar respecto de la ansiedad que existe en nuestra ciudad por obtener mejoras en la habitabilidad ¿Cuál debiese ser entonces el modelo a seguir?
-Las experiencias ajenas son variables para tener en cuenta, pero no son razones para trasladar literalmente, porque la multicausalidad es una cosa específica a la geografía, al espacio, y al tiempo particular de cada ciudad. Y en ese sentido, el análisis de todas esa variables son las que en últimas, están determinando las condiciones, las características y las formas de intervenir. Hay muchos aspectos que uno desconoce, y que son tan particulares a la especificidad de Valparaíso, que haría mal en recomendar cuando desconozco esa especificidad. Lo que la experiencia le señala a uno, con el análisis crítico que se le hace al modelo de Barcelona, es cómo muchos arquitectos, urbanistas y políticos trasladaron proyectos que no correspondían a las realidades económicas, de sostenibilidad, sociales, culturales y estéticas de los centros urbanos, y esos proyectos fracasan en su proceso de apropiación e incorporación.
Los proyectos deben estar en la sintonía del territorio…
-Claro. Por más que se diga que Medellín está entre montañas y que es similar a Valparaíso, la relación geomorfológica del valle de Aburrá, lineal, con un fondo plano de montañas al oriente y al occidente, no se cumple aquí. Porque estas son una serie de montañas que convergen al mar, a una bahía donde hay un gran anfiteatro y un plan, entonces, las relaciones son diferentes.
Otro hecho y que es una determinante histórica muy fuerte, es tener una carga patrimonial. Esa limitación de ser Patrimonio de la Humanidad que tiene Valparaíso, no la tiene Medellín. No tiene centro histórico declarado, no tiene un mundo hispánico o decimonónico que lo determine y se ha construido mas desde el progresismo y el desarrollo y no tiene esas condiciones atávicas.
Si el hábitat va más allá de las declaratorias, que en nuestro caso viene a ser una camisa de fuerza según sus palabras ¿Cómo evitar que lo patrimonial se fije sólo en lo monumental o en los actos restaurativos?
-Es que tú lo puedes convertir en una carga o puedes asimilarlo como un valor agregado. Si tú monumentalizas, si arqueologizas, si conviertes el patrimonio simplemente en una museificación urbana y no le das habitabilidad, estás matando parte de ese patrimonio. Una de las grandes críticas es la conversión de ciudades en museo. Proyectos como La Habana son valorables, aquí el casco histórico es habitado, hay vida las 24 horas porque grupos de familias habitan los edificios, y no se reciclaron o convirtieron en elementos bancarios, en mall, en oferta comercial, sino en ciudades habitables para que esa ciudad histórica tenga permanencia las 24 horas. Lo que se le reclama a la arquitectura moderna es la sana combinación de usos. También en el patrimonio se puede hacer y no convertirlo simplemente en un hecho museográfico. La intervenciones de las zonas históricas deben pensarse desde la habitabilidad contemporánea.
Es usted crítico del urbanismo cosmético, de los espacios públicos para las fotos y no para los habitantes ¿Cómo puede establecerse un equilibrio entre arquitectura, patrimonio y memoria?
-No existen fórmulas, siempre rehuyo a la simplificaciones y siempre señalo la especificidad de la intervención. Cuando tú haces un proyecto desde el render -que es la forma eunuca del urbanismo y la arquitectura- le quitas lo vivencial, lo cotidiano, el día a día y la escala humana. Quiénes son los sujetos de intervención, quiénes son los individuos y los colectivos que están en el territorio, cuál es su cultura, cuáles sus formas de sociabilidad y apropiación. Esos escenarios de cotidianeidad son los que se deben tener en cuenta, pues hablan de memoria e identidad, del apego a ese territorio, porque son los lugares de encuentro. El render lo único que hace es crear una escenografía de ficción, se ficcionaliza el espacio y el tiempo y no se puede caer en eso. Por eso, al urbanista y al arquitecto se le reclama que lea, que vivencie, que se dé cuenta cuáles son esas formas particulares donde los sujetos, que son los que hacen la cultura, determinan sus vidas, sus interacciones en la relación entre lo público y lo privado. Ahí es donde se interviene para que no quede una arquitectura cosmética, un urbanismo de marketing, unos espacios que figuran bien en las fotos pero que en la vida cotidiana no son determinantes.

¿Cómo se protegen los barrios de la inversión desmedida? ¿Cómo apostar al desarrollo urbano sustentable? ¿Cómo se deben conservar estos tejidos sociales además de los edificios aislados?
-Esa es una enorme preocupación latinoamericana, es decir, cómo compaginar alta densidad con baja densidad. Los barrios se hacen desde el tejido que se estructura en el tiempo, en el caso nuestro (Medellín) desde las tiendas, la ventas de verduras, los talleres. Estos deben estar incorporados, lo que se debe buscar es el equilibrio entre esa densidad de la calle, el gran zócalo, las grandes fachadas que no se pueden perder y la densificasión en los centros de manzanas como elemento que permita compaginar las dos cosas. Otra vez vuelvo sobre el cuento: no existe el modelo único, depende de las particularidad del barrio, su geografía, condiciones históricas, los grupos sociales que habitan el barrio. La densificación no necesariamente debe ser vertical, no puede ser arrasadora. Se debe encontrar el modo de dialogar con las condiciones del presente, pero sin perder el valor histórico de ese tejido urbano.
Usted visitó los cerros incendiados ¿Cuál es el patrimonio ante la tragedia?
-Reducir el patrimonio al hecho monumental restaurativo es desconocer que el patrimonio es un elemento fundamental de las culturas en las sociedades. Los grupos sociales, en su proceso de adaptación a la geografía, la intervienen y modelan para crear su propia geografía y su propio paisaje cultural, por lo cual tienen unas técnicas y unas tecnologías que son determinantes tanto en el hacer arquitectónico como en el hacer urbano y su propia ingeniería. Pero aparte de eso, en ese proceso de crear paisaje cultural y procesos adaptativos, determina esos lugares de encuentro y sociabilidad, que es donde convergen los grupos en lugares de memoria. Esos son hitos, lugares de referencia, son elementos patrimoniales tan fundamentales y más que los poderes simbólicos del poder central. Me llamó poderosamente la atención en los cerros, la técnica constructiva que grupos de estudiantes universitarios están usando para recuperar el barro con la paja y así crear arquitecturas que aporten mejores condiciones térmicas ante la adversidad del clima, frente a casas prefabricadas de emergencia que no cumplen esas condiciones. Ahí hay un patrimonio que se debe incorporar.
Pero no es solo eso. ¿Valparaíso que es? Es un paisaje cultural. ¿Puede existir el centro sin el paisaje cultural de los cerros?
No y Valparaíso ha vivido en esa dicotomía…
-Y no se puede vivir en la dicotomía. No es lo uno sin lo otro, son los dos. Entonces no se puede hablar de un patrimonio simplemente monumental excluyendo lo que configura la característica extraordinaria de Valparaíso que es su paisaje cultural construido en la ladera.
Lamentablemente debe ser la tragedia la que haga visible este patrimonio…
-Y eso indica que está abandonado, que está marginalizado y que está periferizado y no se ha entendido que es parte constitutiva de toda la estructura patrimonial de la ciudad.