Luchin Salinas, compositor de Valparaíso: “En Chile se puede vivir de la música, pero sacándose bien la cresta”

El porteño Luchin Salinas es un músico con denominación del Cerro Barón. Desde ahí se plantea como el cantor que es. Se vale del folk, del rock y del pop para describir el día a día del habitante de Valparaíso.

Durante 2014 publicó -con financiamiento del Fondart- su primer disco “Norte claro, Sur oscuro”, una propuesta enriquecida con arreglos y recursos urbanos y rockeros, con interesantes guiños a una tradición chilena que va desde La Nueva Canción Chilena hasta el “Gitano” Rodríguez.

De este primer disco sale el single “Salgo de mi casa”:

“Bajo Tocornal y llego a la esquina con Portales, subo a pata  y nunca me quejo con nadie, porque mar y viento, cerros luces forjan mi ilusión, hay que ser sincero y nunca traicionar nuestro interior”.

Recientemente se dio a conocer el videoclip de este tema, producido por Trinacrio, bajo la dirección de la realizadora Alejandra Fritis, a cargo de videos como “Lamenta la canela” y “Busco Paraíso” de Pascuala Ilabaca; la serie de documentales musicales “Tierra de Sonidos”; y el documental sobre Manuel García “La Ciudad de mis canciones”.

En este contexto, Luchín Salinas, ex técnico-mecánico, también lutier, reparador de instrumentos, fabricante de aerófonos, brindó una entrevista a LJM para conversar sobre su primer sencillo, su nuevo vídeo y su trayectoria musical, mientras recorre las calles que lo acompañaron durante su niñez, hasta llegar al escenario principal de la producción audiovisual: la Población Zenteno, ubicada a los pies del enigmático Cerro Barón.

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 Por Poirot Escovedo Sánchez (@poirote)

-¿De qué modo te sientes responsable como músico de las problemáticas del cerro y de sus transformaciones?
-La forma en la que puedo abarcar sus problemáticas es generando un sentido de pertenencia con el lugar. Cuando nuestra pertenencia se desplaza hacia otros intereses se ven quebradas muchas otras cosas. Por ejemplo, a veces en Valparaíso se arranca el alma de los barrios, cuando se le “chantan” edificios gigantes y se pierde la vista de manera automática. Hay barrios que les ha sido imposible poder defenderse frente a este tipo de poderes de inmobiliarias que son inexpugnables para personas humildes que viven muy arriba. En el caso de Barón, me llamó la atención la posibilidad de resaltar este tipo de geografía y de paisajes industriales. Por eso creo en el rescate de este lugar haciendo un vídeo, nombrando las calles del cerro, que son cosas que hacen despertar la memoria de lo antiguos ritos de Valparaíso.

-¿Qué puedes compartir de tu aprendizaje con el profesor y compositor Luis Jiménez (grupo Destiempo), cuando eras estudiante de música?
-Yo entré cuando Freddy Torrealba (charanguista chileno destacado por colaborar con Ernesto Cavour y Silvio Rodríguez) estaba a cargo de la cátedra de charango en el Conservatorio de Música de la PUCV y Luis era alumno suyo. Es un gran cultor del charango, tiene una forma única de abarcar la música latinoamericana y trasladarla a la ciudad, a su experiencia. La pone en una situación urbana y eso fue lo que aprendí de él, a investigar mucho y entender el por qué de cómo ejecuto el instrumento, a tener una búsqueda constante y ejemplificarla a través de la técnica.

-Producto de tus viajes por el norte de Chile y de tu interés por la música andina llegas en tocar con Wilamasi en 2008, ¿Cómo fue esa experiencia?
-Claro, bonitos recuerdos. Wilamasi es una tarkeada (danza autóctona del altiplano) de músicos tratando de hacer folklor andino en la ciudad, de la mano de las tarkas, instrumento de viento sagrado. Considero que el mensaje y el espíritu fraternal del mundo Aymara es transversal, ya que abraza a muchas regiones del norte y a tres países (Chile, Bolivia y Perú). Siempre se trató de crear fraternidad sin divisiones, lo que aprendí perfectamente con Wilamasi. Llegué al grupo de coincidencia porque los vi tocar en la calle y me interesó compartir con ellos sin decir que estaba estudiando música, porque no debiese ser la consigna para cuando uno entra a una agrupación que tiene este discurso unificador. Contábamos con un grupo de baile integrado por mujeres, allí se hacía una convivencia muy rica, lo pasábamos muy bien. Siempre estuvimos rotando en muchas peñas y escenarios universitarios.

-Después de compartir Wilamasi creas tu grupo llamado Melcocha, con quienes aún tocas. ¿El nombre tiene algún significado en particular?
-Sí, es un nombre que coincide con muchas cosas. La melcocha en el sur es un dulce, en Centroamérica es un trago, pero nosotros lo usamos para referirnos a las diferencias que hay entre nosotros, los tres amigos en el conjunto. Me acompaña mi primo-hermano Kevin Salinas, quien estudia prevención de riesgos, junto a Pablo Moraga que es profesor de biología; todos en cosas muy diferentes, pero unidos por la música. Desde el inicio fuimos netamente un grupo callejero, de peñas y de mucha investigación. Este proyecto fue un pie de confirmación para lo que yo quería hacer con la música y para grabar la primera camada de demos como solista antes de mi primer disco.

¿Qué cosas dejaste atrás en ese proceso de consolidación?
-Muchas cosas. En primer lugar dejé atrás un estilo de vida que no podía hacer frente, que era estudiar, casarse y tener hijos, lo cual es algo difícil cuando consideras que ya está estereotipado. También dejé atrás a una pareja que es algo importante. Dejé atrás a muchas personas, pero no por dejarlas, sino por el hecho de que no podía seguir en la misma senda que muchos ya tienen establecida como normal. No es que tenga que ser anormal, pero la música se mueve de formas diferentes y para las generalidades que se aplican en la sociedad, el músico está como atrofiado, al punto de que es un poco raro para gente el poder entenderlo. En ese sentido yo no buscaba aceptación, tuve que desprenderme de esas situaciones para emprender una búsqueda en solitario.

 

LA PERSISTENCIA DE LUCHIN

-Sobre esa búsqueda personal y la necesidad de existir en la sociedad, en tu música hablas mucho de la cotidianeidad que representa vivir en Valparaíso. ¿Cómo conviven ambas sensibilidades en ti?
-Es una pregunta muy bonita, porque hay dos motores que se mueven. Por un lado, la sensibilidad que yo pueda aplicar y por otro, el motor de la ciudad que se mueve a un horario diferente del mío. El retirarme me ha dado el espacio para volver a enfrentarme a la ciudad y observarla, pero ya con este prisma más desarrollado, con esta musicalidad en mi cabeza enriquecida por observar a este lugar cosmopolita que nunca deja de ser ajeno a su dualidad como ciudad portuaria y trabajadora, pero a la vez bondadosa, con cosas atemporales a las máquinas y a la industrialización. Eso son las personas, es el día a día de salir y saludar a los vecinos, al carnicero, al diarero. Son cosas que te hacen tener una forma diferente de vivir y a mi no me gusta que pasen de largo y que se pierdan por intereses mundanos. Volví a encontrarme con mi ciudad pero desde otra forma y a engranar con ella desde un punto de vista mucho más apegado a lo familiar y a las cosas que yo amo de Valparaíso, a mis amistades y a las cosas que olvidé en la niñez y en la adolescencia.

-Sobre tu primer disco “Norte claro, sur oscuro”, lograste financiar tu trabajo con un Fondo para el Fomento de la Música Nacional en 2014. ¿Cómo viviste tu proceso de postulación?
-Esta fue mi segunda postulación. La primera vez, cuando no gané, recuerdo que me sentí bastante frustrado sobre lo difícil y pedregoso que podía ser cuando no tienes fondos, pero me sirvió para madurar mucho y para entenderlo como una oportunidad que se debía ganar con mucho trabajo. A la segunda postulación trabajamos bastante y nos la ganamos con harto merecimiento. Yo soy de la idea de que son platas de todos los chilenos y tener el respaldo gubernamental ha sido fundamental en este primer disco. Sin ellos lo hubiésemos hecho igual, pero generamos un producto de muy buena calidad y con estándares bastante profesionales. Los fondos deberían seguir creciendo pero además deberían ser escuela para los artistas, para que sus discos no queden guardados debajo de la cama, sino que sean productos que tengan una vitrina potente en Chile y en el exterior.

-¿De qué está compuesta tu primera entrega?
-El disco contiene once canciones inspiradas en la vida cotidiana de los habitantes porteños y un poema, “Bio Bio, Sueño azul” de Elicura Chihuailaf. Este se transformó en canción en manos de Illapu.

-Tu sencillo cuenta con colaboraciones de Francisco Sazo (Congreso), Alan Reale (Los Jaivas) y Peter Guerrero (Ocho Bolas), ¿Cómo fue trabajar con estos destacados exponentes nacionales?-Trabajar con Pancho Sazo fue una experiencia muy potente. Es una persona muy generosa que siempre estuvo abierto a trabajar con nosotros desde nuestra primera postulación al Fondart y en el contexto de “Norte claro, sur oscuro”, el canta en la canción que se titula igual que el disco, la cual habla de la descripción de la lluvia en Valparaíso, algo que Pancho hace muy mágico con su voz. Me enseñó que siempre hay que ser cabro chico, que no tiene nada de malo que nos podamos sorprender. También pasaron muchos otros artistas como Claudio Martinez (Cantautor), Catalina Blanco (Banda Tephiret), entre otros.

-Sobre el videoclip de “Salgo de mi casa” ¿qué motivos te inspiraron?
-Principalmente las decisiones que uno toma y las rabias que uno puede pasar con amigos que disgusta perderlos, pero que a veces te disparan tan lejos, que a ratos me pregunto dónde están. Cuando hice esa canción me acordaba de amistades que habían traicionado su forma de ser por el hecho de dar en el gusto al resto. Quizás tiene mucho que ver con la adolescencia vista en retrospectiva, cuando te ves más viejo y con algunas canas te reencuentras con estos amigos y te das cuenta de que nada ha cambiado. Esa pregunta yo la levanto y me sigo cuestionando dónde están esas cosas que eran sinceras, donde había una esperanza. A veces los intereses cambian, se desbordan y se van hacia otros lugares, pero en las personas a veces hay gestos sinceros y atemporales, dignos de ser recordados.

-Desde la independencia de ser artista sin el respaldo de un sello y con la presión de que cada vez se venden menos discos en el mundo, ¿Cómo vives tu autogestión?
-Es algo en lo que he pensado bastante, la generación actual no está habituada a consumir la música y atesorarla como quizás yo alguna vez lo hice. Tengo 30 años y alguna vez compré muchos CD`s, después llegó esta fuerza que nos quitó todo eso y bueno, la autogestión la vivo de manera muy consciente. Si hay que jugársela y hacer pegas de lo que sea, las hago. Aparte de músico soy lutier, fabrico cajones peruanos, hago reparaciones a instrumentos, fabrico aerófonos y siempre me estoy moviendo para generar el ingreso. Tengo la esperanza puesta en que el mercado de la música en Chile va a ir creciendo en la medida de que los más jóvenes y los que estamos intermedios de edad profesionalicemos la escena y le demos dignidad trabajando duro. En Chile se puede vivir de la música pero sacándose bien la cresta, no sirve ser rockstar, no llega de un día para otro. Es clave ser generoso con los pares, el desarrollo de uno es el pos del otro. Por ejemplo, este año tocará Nano Stern en el Festival de Viña del Mar, pero puede venir otro joven en el futuro, y así en adelante.

-¿Cuáles son tus tres deseos como artista para el 2015?
-Que se conozca el material de “Norte claro, sur oscuro” no solamente en Valparaíso, sino que también pueda llegar a Santiago. Lo segundo, es poder dar una vuelta por Chile. El tercer deseo, es que todo el trabajo realizado nos de frutos y que nos abra puertas a otros lugares, quizás otros países. En resumen, que la gente lo disfrute (como cuarto deseo).

 

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