Por: Paulina E. Varas

No es fácil encontrar el tono de escritura para comenzar a escribir sobre alguien que ya no está con nosotros en este plano de existencia, cuando alguien muere. Optar entre una carta, un testimonio, o un pequeño ensayo. Elegir por cuanto de lo que conoces de aquella persona, cuanto de lo que aprendiste o te ayudó a pensar en otros mundos, cuánto de todo ello compartir en un texto que será publicado para que otrxs lo lean. Cuanta de esa forma puede ponerse pública, cuantas emociones dan vuelta en el cuerpo cuando escribimos, ¡cuanto puede moverse! Cómo dejar de sintetizar y resumir lo importante, lo que cabe solo en unos pocos caracteres. ¿Cómo hacer para que lo significativo emerja y que quede un registro de todo aquello que quiere compartirse? Las palabras nos ayudan, no lo son todo sin duda, hay otros registros que quedan depositados en otros espacios y están en pausa por aparecer. Todo a su tiempo.
Hemos sido testigos de potentes y bellos homenajes a Lotty Rosenfeld desde que dejó este plano de existencia el 24 de julio de 2020. Un año caracterizado por múltiples complejidades y cuestionamientos por el tipo de vida que llevamos y el tipo de vida que llevaremos hacia delante, desde el estallido social del octubre 2019 hasta la pandemia global que nos tiene alertas sobre el cuidado de la vida y las formas en que pueden regenerarse espacios devastados por el virus capitalista. Un año donde estar de luto es sin duda un desafío a nuestras fuerzas, a nuestros modos de existencia colectiva, incluso las formas de despedida y los ritos que hacemos deben ser de otro modo. Entonces todos esos homenajes y acciones que se han desplegado en las calles a pesar de los confinamientos se unen y trazan como un potente cuerpo colectivo.
Lotty es de la generación de mi madre, de esas mujeres que tuvieron que darlo todo en la lucha por la dictadura pinochetista, impactadas por la segunda ola del feminismo que hizo remecer todo un proyecto de vida burguesa patriarcal en el que crecieron. Esas mujeres que pusieron el cuerpo en la primera línea de la defensa antidictatorial, a quienes rendimos hoy una reverencia en cada lucha cotidiana.
Lotty Rosenfeld fue una gran artista, muchas personas e instituciones han realizado homenajes a su obra, reconociendo su aporte al arte nacional. Tengo una necesidad interior de atestiguamiento afectivo, como una forma de socializar la manera en que conocí a esta gran mujer de la cual pude ver una práctica menos conocida que era el de cuidadora de memorias, de guardadora y guardiana de registros documentales de nuestras historias colectivas.
Cuando la visité por primera vez en su casa, me sentí frente a una artista “de verdad” y con ello quiero decir que sentí como para ella su trabajo de arte estaba implicado con su vida, era real, tenía un sentido vital en su vida, esto me impactó hasta el día de hoy. Este encuentro estaba bañado por una generosidad más allá de los clichés que nos determinan en esta sociedad. Recuerdo haberme acercado a Lotty siendo una joven investigadora sin ningún tipo de títulos, para preguntarle sobre el CADA, y ella generosamente mostrarme las carpetas y registros que conservaba en su casa en un espacio que tenía al lado de su comedor, un lugar iluminado y cálido en su casa santiaguina. Desde ese lugar que me tocó conocer a Lotty y después de largas conversaciones en la cocina de su casa tomando café, aprendí del cuidado, de las formas de guardar con sentido. Lotty fue quien me acercó a la artista Luz Donoso y su importante legado, me dijo con cuidado como seguir sus señales para encontrarla pues ya había muerto cuando llegue al archivo cuidado por su hija Jenny, y así pude también aprender de ella. Lotty encendió el fósforo que iluminó mi camino para encontrarme con Luz y su archivo. Imagino como si secretamente me dijera “somos muchas las guardadoras, somos una forma de resistir el olvido, las mujeres guardamos las memorias que no se soportan en otros espacios”.

Gran parte de mi reflexión sobre los archivos y sus memorias vivas las aprendí yendo a la casa de Lotty a trabajar con el archivo del CADA con el proyecto con la RedCSur para constituir el archivo CADA que Lotty y Diamela Eltit conservaron todos estos años. Ser testigo de la complicidad y hermandad de estas dos grandes mujeres fue en sí un aprendizaje, cómo han defendido y conservado la memoria del colectivo que co-fundaron y en el que ellas se mantuvieron hasta el final. Es gracias a Lotty que contamos en Chile con el archivo CADA, donado y cuidado en el Museo de la Memoria y los Derechos humanos en Santiago, también conservó una bella colección de la agrupación “Mujeres por la vida”, un completo archivo de su obra y de algunos de sus amigxs artistas, entre otros.
Los archivos que han sido guardados en casas particulares señalan también otras formas de cuidado que hay que comprender. Se trata de convivir con ellos y hacerles un lugar en el territorio de lo doméstico, es decir, en las propias vidas. Estos archivos cuidados y conservados en cajitas de cartón y separados a veces con hojas de papel volantín, o en sobres de correo, bolsitas de plástico improvisadas, nos cuentan historias. Me interesaba mucho dialogar con aquellos impulsos que hicieron guardar estas memorias a Lotty y pude ver en cada uno de los detalles esas formas de hacerles un lugar, porque no se trataba sólo de la propia historia si no que del entrelazamiento de esas memorias para muchxs. Esa necesidad que surge en ciertos momentos y coyunturas sociales, en que alguien de las comunidades se siente con la necesidad de conservar los registros documentales de un proceso colectivo, seguramente en algunas culturas esto tiene un nombre específico y no responde específicamente a un genero, si no que ha sido realizado por quien haya tenido el coraje y la posibilidad de guardar documentos, incluso peligrando en contextos represivos al conservar esos registros en sus hogares.
Entonces, hoy día podemos reconstruir algunos trazados. Algunas memorias frágiles pueden atestiguar junto a los documentos, y, nosotras podemos navegar acompañadas por los mares y las lagunas mentales de parte de nuestra memoria colectiva. Porque sabemos que a veces recordar también duele, pero es gracias a esos documentos que nos permiten revolver las historias de coraje en que a la vez emergen los heroísmos cotidianos, las resistencias sensibles y las nano-políticas que siguen poniendo el cuerpo en una primera línea invisible, defendiendo la vida.
Justamente estos registros documentales nos permiten componer una cronología de hechos que nos siguen interpelando al día de hoy. Me gustaría en todo caso indicar la singularidad de cada uno de estos tres gestos para aportar a la reflexión y su uso actual de estos signos, obras y acciones que evocan las cruces y sus reactualizaciones.

Primero, el trazado de cruces en el pavimento es una obra de la autoría de Lotty llamada “Una milla de cruces sobre el pavimento” iniciada en 1979, aunque siempre apela a una colectividad en la medida que su obra no estaba hecha para figurar únicamente en espacios del arte institucional (museos o galerías), pretende desbordar los límites de esos espacios, por eso realiza sus trazados en la calle, como un llamado de atención a quienes caminan o conducen por el pavimento.
Segundo, está la acción colectiva del CADA de 1983 llamada No+, se trata de una convocatoria, o “convocacción” esta noción implica sentirse tocado/a por la cosa que llama y actúa en el presente. Cuando el llamado se vuelve una acción y algo nos mueve. Esta acción convocatoria implicaba utilizar el signo del No+ y ser completado y usado con la frase que se deseara, que se necesitara por mas urgente que fuera, más poder contenía la frase.
Y tercero, esta la acción de la agrupación Mujeres por la vida, donde también participaba Lotty, que utilizando la convocatoria del No+, la completó agregando “No+ porque somos +”, y luego sencillamente “Somos +” como una consigna de poder colectivo, de fuerza común frente a un estado de emergencia en un país donde la violación a los derechos humanos y los derechos de las mujeres debían ser urgentemente visibilizados. Recuerdo cuando le pregunté a Lotty que era “mujeres por la vida” y me dijo, “que es, pues aún seguimos activas”.

No olvidaremos que alguien guardó. Que alguien preparó una cajita donde fue dejando delicadamente cada uno de los papelitos y fotos que fue encontrando. Estas letras son para agradecerles por esos registros, pero sobre todo por haber podido escuchar de sus propios cuerpos y haber visto en sus ojos la chispeante sensación de compartir estos registros con otrx, esa experiencia y encuentro con quien relata y revisa las memorias generosas, es sin duda una posta, un gesto de reconocimiento inolvidable.
Vuela querida Lotty, maestra de muchas de nosotras. Tu signo estará inscrito en las calles del territorio físico, pero también en nuestros territorios existenciales subjetivos donde cada día ponemos un límite a la reproducción de la infamia y el despotismo.
Gracias Lotty, Somos +