Por Sandra Bustos G. *
La tranquilidad no se paga con nada es una adaptación libre de la obra El Invitado del dramaturgo Juan Radrigán, dirigida por Jesús Urqueta, destacado director, actor y académico nacional, quien en 2018 recibió el reconocimiento Mejor Dirección Teatral del Círculo de Críticos de Arte, por el montaje Arpeggione.
Hablar de esta puesta escena es situar la voz de Radrigán y la vigencia de este y otros textos que escribió a principios de los 80, como Las Brutas, El Loco y la Triste, y Hechos Consumados. Y también asistir a la visión de dos sensibilidades artísticas, la de dramaturgo y director, que si bien se ubican en distintas décadas, convergen y dan cuenta de una mirada político social común.
El dramaturgo, en el diálogo entre Sara y Pedro, desgrana la miseria no solo económica sino que emocional e incluso amorosa que desata ese “invitado”. Ese al que nadie invitó y que nadie sabe por qué ni cuándo llegó. Esta conversación íntima, desencantada, divertida a veces, sucede en un escenario casi limpio de elementos escenográficos, lo que evita la distracción del texto y los actores con otros elementos; acentuando además la desnudez de la condición de los protagonistas. Como recurso artístico los actores cantan algunos sucesos del pasado, a capela o a veces acompañados por una guitarra, destacando la calidad vocal de la actriz Karen Carreño.
Este invitado que no tiene rostro, tampoco es explícito en su representación. Es otro, entendemos que poderoso, porque se llevó todo lo que ellos tenían incluso “la intimidad”. Invisible pero acechante. Su no existencia en escena le confiere además una presencia dramática que tensiona de manera continua el diálogo y el distanciamiento entre Sara y Pedro. Los actores logran darle naturalidad a esta conversación que fluctúa por distintos estados de ánimo, siempre cruzados por la desesperanza.
Es interesante en el texto, y sin duda un sello de Juan Radrigán, cómo se vincula la pobreza material con la imposibilidad de la estabilidad emocional, de la armonía familiar o de pareja, de la oportunidad de tener hijos como forma de prolongar el amor. En definitiva, que cuando la pobreza es profunda, solo queda sobrevivir, y en ese abandono total del sistema se lleva la humanidad y el amor.
Estos personajes, conscientes de su miseria, tienden al aislamiento social y al repliegue de sus vidas; es por ello que los actores, Karen Carreño y el mismo Urqueta (que se subió al escenario en reemplazo de Nicolás Fuentes), interpelan al público para encontrar respuestas, pero también reciben a cambio, silencio. La tranquilidad no se paga con nada es una interpelación social a un Chile indiferente y la mayoría de las veces sin respuesta.
* Este texto fue elaborado en el contexto del Festival Quilicura Teatro Juan Radrigán, como ejercicio del Curso de Crítica Teatral impartido por Javier Ibacache (Escuela de Crítica / La Juguera Magazine).