Por Manuel Barraza*
La creación de Gabriela Mistral nuevamente en escena. ¿Hay alguna duda que las fechas de su natalicio, su muerte o su aniversario del
premio Nobel, despierta una nostalgia literaria? La respuesta tiene que ver con la magnitud de su obra y, políticamente, se piensa que
hay un asunto pendiente con la poetisa.
Pero esta vez, la puesta en escena tiene algo diferente que pocas personas conocían: la re escritura de los cuentos La Cenicienta,
Caperucita Roja, Blanca nieves y los siete enanitos (este último cuento lo titula Blanca Nieves en la Casa de los Enanos.
La obra es una joyita en bruto, y está diseñada por el joyero Francisco Sánchez, director de la compañía Tryo Teatro Banda quien además,
musicalizó estos tres poemas de Gabriela Mistral, asimismo, sobresale en su actuación como el lobo comilón en el cuento Caperucita Roja. También están las actrices y cantantes Annie Murath, a cargo de la creación de Blanca Nieves en Casa de los Enanos; y Daniela Ropert, quien brilla con su actuación en el cuento reescrito de la Premio Nobel de Literatura: La Cenicienta.
La compañía teatral independiente e itinerante que nació en Santiago de Chile en el año 2000 con tres propósitos fundamentales:
crear montajes de autores y/o temáticas chilenas, itinerar a lugares alejados de los circuitos artísticos y combinar las artes de la actuación
con la literatura y la música original en vivo. En el camino suman otros principios; definen que los estudiantes y el público familiar son parte
importante de sus audiencias objetivas y se proponen trabajar, dramatúrgicamente, con episodios antiguos y fundacionales de la
historia de Chile y América.
El elenco está acompañado por 16 músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil (OSNJ) -compuesta por jóvenes de entre 16 y 24 años, fue creada por el Maestro Fernando Rosas en 1992 y desde 2001 forma parte de la FOJI- dirigidos por el director residente, Juan Pablo Aguayo.
La obra deambula por los diversos sonidos fantásticos que cada personaje recrea. No hay ataduras académicas, el canto se prolonga
hasta que los versos-notas saltan del pentagrama. Cada narrador-actor se instala con sus personajes y los va desarrollando energéticamente, la música corre milimétrica, tocando a veces a los grandes maestros compositores de otra época.
No hay comparación en la interpretación de los actores, pero el enfoque que entregan las salidas de éstos, nos hace pensar que la
obra va de menos a más.
* Este texto fue elaborado en el contexto del Festival Quilicura Teatro Juan Radrigán por participantes del Curso de Crítica Teatral impartido por Javier Ibacache.