Una mujer arrepentida por abortar, otra que hace poco fue madre y que pensó en hacerlo, y una que ha perdido 13 hijos durante sus embarazos, las tres apoyando el “aborto libre, seguro y gratuito”. También una provida que cree en el embarazo a cualquier costo, una que las culpa por no cerrar las piernas y otras que dicen que las abortistas no conseguirán la salvación. Son los variopintos testimonios que La Juguera Magazine recogió en esta crónica durante la marcha el pasado 25 de julio en la Avenida Pedro Montt de Valparaíso.

Escribe y fotografía: Diego Bravo Rayo
Foto portada: Rival
“Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo”
A las 18:00 del miércoles 25 de julio, la plaza Victoria de Valparaíso reunía mujeres y hombres, aunque las primeras eran quienes lideraban la concentración. Batucadas, banderas color violeta, lienzos, el humo de la marihuana era perceptible con intermitencia mientras desde los altavoces guiaban los cánticos que alentaban la causa. “Por un aborto libre, seguro y gratuito” es la consigna que congregó en la ciudad Puerto a casi 8 mil personas, que esperaban la señal para proseguir su caminata por la avenida Pedro Montt hacia el Congreso. La marcha fue convocada por la Coordinadora de Feministas en Lucha y se realizó en las ciudades más pobladas del país. “Ya no bastan las 3 causales” era el eslogan, en referencia a la ley que despenaliza el aborto bajo tres modalidades: riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal y violación.
Tras fervientes debates en la opinión pública y dilatadas discusiones en el Congreso –incluyendo el habitual e imponderable paso por el Tribunal Constitucional–, la Ley fue aprobada el 21 de agosto y promulgada el 14 de septiembre de 2017. Sin embargo, la mencionada estampa legislativa no iba a ser ni por cerca una rúbrica que sellara la discusión sobre uno de los puntos subyacentes en esta demanda: el derecho real a que las mujeres decidan sobre lo que ocurra en su propio cuerpo.
Se creó un caldo de cultivo. Resistencias como el llamado a la “objeción de conciencia” por parte de –y hacia– médicos que se oponen a la realización de abortos y, en especial, las noticias que vinieron desde Argentina, las alentaron a continuar bregando: el pasado 15 de junio, la Cámara de Diputados aprobó la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 14ª semana de gestación. El eco de la reñida votación –129 contra 125– y del júbilo de las miles de mujeres argentinas que portaban una pañoleta verde, lo recibieron otras miles en Chile que ya venían trabajando por la misma causa. En Valparaíso, en la plaza Victoria, eran mujeres de todas las edades las que portaban ese distintivo que alcanzó su transversalidad, al igual que la avenida Pedro Montt, cuyas vías quedaron a disposición de ellas, de ellos.
– “Los tiempos han cambiado bastante”, dice Luciano Sandoval, de 42 años, parado afuera de un longevo local de comida rápida, el Tu’Tucan. Miraba concentrado y reflexivamente el paso de la multitud, que gritaba por una causa con la que dice estar de acuerdo, basado en hipotéticas situaciones: “Nadie puede presagiar qué le puede ocurrir a una mujer que puede ser mi hija o la suya, que esté con un embarazo que… no cabe en ese lugar y que le eche perder toda la vida”.
Unos pasos más allá de Luciano, Mónica (55) ordenaba pipas, papelillos y moledores junto a otras chucherías que esperaban ser vendidas. Antes de la primera pregunta, me dijo que para vender allí contaba con una patente. Su vista estaba puesta hacia la vereda y la marcha pasaba por su espalda, la que parecía contemplar de reojo y con menor atención. Pero me equivocaba.
A los 20 años ya tenía dos hijos y estaba casada desde los 15. El tercer embarazo le significó algo más que convencerse de una propensión a la maternidad, sino más bien enfrentarse con la vida que estaba llevando.
– Espero no incomodarla con la pregunta. ¿Por qué decidió abortar?
– Yo me estaba cuidando y no sé qué pasó con ese tratamiento. Yo me casé chica, a los 15 años y la persona con la que yo estaba (como pareja) era demasiado irresponsable, atrevido… o sea, tenía todas las mañas.
– No veía un futuro promisorio…
– Claro, me sentía más sola aún. Imagínese que a esa edad, a los 20 años, ya tenía dos niños. Hoy tengo cuatro hijos.
– Pensando en casos similares al suyo, ¿usted cree que sería útil que se aprobara por ley el aborto libre, seguro y gratuito?
– Claro pues, que sea seguro y que no lo hagan a escondidas como lo hice yo. Es que en ese entonces había que hacerlo de forma clandestina.
– …
– La persona me introdujo una sonda e hizo “el trabajo adentro”. Llevaba un mes a lo sumo de embarazada. Igual después tuve que llegar al hospital, porque quedaron restos del aborto y los dolores eran insoportables.
Mónica dice que la pena y la fe en Dios la hizo arrepentirse, sin embargo no se opone a la causa de las marchantes que se dirigían hacia el Congreso. “Si la gente está de acuerdo y los favorece para que sean libres de decidir, habrá que aceptarlo”.
“Hueona, hueona, hueona qué brutal / el feto no es persona, es cualquier hueá”
Sí Alicia (48) hubiera oído el relato de Mónica, se habría consternado. Observando con sorna desde la esquina de la calle Carrera, tenía su cabeza cubierta con el gorro que le proveía su chaqueta azul marino pero que no alcanzó a cubrir su pañoleta de color celeste y una cadenita con una cruz sobre un cofre, que exhibía con un leve tono desafiante. Dijo que era parte de un grupo pro vida, pero cuyo nombre prefirió no revelar. Por eso es posible también que Alicia no se llamara Alicia.
– La mayoría son jóvenes que han sido súper manipulados por los Estados y líderes que les meten cosas en la cabeza. A muchos de ellos les han robado la educación y una persona sin educación es más fácil manipularla, porque no piensan por sí mismos, no razonan. Pero tú puedes decir que “aquí hay chiquillos que estudian en universidades y les va regio”, pero eso es solamente instrucción, no educación.
– Pero aquí las manifestantes justamente están planteando que quieren decidir por sí mismas. Por allí (le indico con la mano) puede ver un lienzo que dice “mi cuerpo, mi decisión”. ¿Usted cree que eso no es pensar de forma independiente?
– No, porque es un eslogan mundial y lo repiten sin pensar. Es que nosotros creemos que la vida no comienza desde las 4 semanas o la sexta; comienza en la concepción, sea con amor o sin amor. Ahora, que hagan lo que quieran con su cuerpo: si quieres tener relaciones con todos los que quieras, házlo, pero lo que llevas dentro de tu vientre es otro cuerpo. Si no quieres tener a ese bebé, ¡dalo en adopción! Hay muchas familias que necesitan esa guagua. Se les puede dar todas las condiciones para que en esos 9 meses tenga la guagua y se la entregue a otra persona. ¡Y listo! ¿Pero por qué matar a otra persona, si después de 9 meses todo va a seguir igual?.

“Cierren las piernas”
Un grupo de algo más de 200 mujeres marchaba distanciado al grueso de la manifestación. Era la marcha separatista que no permitía la incoporación de hombres y con sus gritos criticaban a los grupos del Partido Socialista, Comunista y del Frente Amplio, por ser –a su criterio– inconsecuentes: las partidistas no deberían estar marchando si dentro de sus filas el machismo es cotidiano, acusándolas de encubrir esas prácticas. Como sucedía en casi toda la marcha, el grupo tenía adelante suyo a fotógrafos profesionales y aficionados, que parecieron no percatarse de tres niñas que marchaban alineadas. De no más de 7 años, las pequeñas portaban un cartel posiblemente pintado por ellas, con trazos libres de pintura color fucsia y violeta, en la que se podía vislumbrar entre la maraña de líneas la palabra “autoestima”. Gritaban al unísono las consignas del grupo, como “yo no soy una princesa”.
–”Es que esta causa, al igual que la lucha contra los femicidios, no debe tener colores ni banderas distintas. Pero no estoy de acuerdo con las “separatistas” (que pasaban al lado nuestro) en excluir a los hombres, ya que algunos compañeros sí están junto a nosotras al momento de decidir si tener o no un hijo”, dice Camila Hernández, de 21 años, en la altura del acceso Pedro Montt de la galería Tres Palacios. Lleva ceñida a su pecho a Calfucura, su hija de 10 meses a la que amamantaba mientras caminaba junto a su compañero y padre de Calfucura, cuyo apellido es Catrileo.
Hace casi un año, cuando se enteró que estaba embarazada, el aborto fue la primera opción para Camila e hizo lo (im)posible para ello: conseguir los $80.000 para las misopostrol que consiguió de forma clandestina. “Al ser ilegal, existe un tráfico de pastillas y las venden carísimas”, cuenta. Con los fármacos a su disposición, Camila se vio en el escenario opuesto al que estaba por montar.
– Tengo una buena familia, no de recursos económicos pero que sí me apoyó sentimentalmente y me abrazó. Además, mi compañero es un buen papá y creo que así lo seguirá siendo, estando juntos o no. De no haber sido así, habría abortado.
“¿Cómo abortar va a ser amar?”, le decía una señora a su pareja hombre. Ambos sesentones, comentaban acaloradamente lo que veían de la marcha, mientras ellos avanzaban en sentido opuesto, hacia plaza Victoria. La mujer –a la que vamos a llamar Graciela– escuchaba al hombre –Moisés, de 60 años–, que señalaba sin rodeos:
– Moisés: Si la mujer no quiere tener hijos, perdona la expresión vulgar: ¡Que junte las piernas no más! El aborto parte de las mujeres que permiten quedar embarazadas. Aparte, vi a una chiquilla con los pechos al aire marchando. ¡Qué tiene que ver eso con el aborto! No entiendo.
– Graciela: opino lo mismo que él. Me da pena esta marcha. Estoy de acuerdo con el aborto en las tres causales, pero eso es un caso extremo.
La salvación
A la altura del anfiteatro de Parque Italia, tres mujeres de enseñanza media caminaban con calma. Una de ellas, Martina Aguayo, de 13 años, vestía su uniforme del Liceo Bicentenario de Valparaíso. Participa de la Comisión de Género del liceo, que la componen estudiantes mujeres de distintos cursos y fue por ellas que se enteró de la marcha, porque solamente con ellas habla de estos asuntos.
– Estos temas no los hablo con mis padres ni con mis compañeros; sólo con la Comisión. Me llamó la atención que lo que se está pidiendo en esta marcha es algo que debería haber estado legalizado hace muchos años, ya que esto lo deberíamos decidir nosotras mismas y no otras personas. Vine a poner mi granito de arena.
– Hace unos minutos entrevisté a una persona provida y una de las cosas que me dijo era que la gente que estaba marchando está “manipulada por eslóganes baratos”.
– Creo que es gente poco informada – respondió con tranquilidad.
Casi al final de la marcha, entre la calle Morris y avenida Uruguay, quienes marchaban pasan afuera de la Iglesia Evangélica Bautista haciendo sonidos que emulan a los mapuche, y aprovechan de entonar uno de los gritos más populares de la protesta:
“Saquen sus rosarios, de nuestros ovarios / por un aborto libre, seguro e igualitario”.
En la entrada de la Iglesia, Julia (de unos 65 años) y Alejandra (de unos 27) observaban calladas a la gente. Julia acababa de encarar a una chica joven que fue a rayar una de las murallas del templo.
– Julia: De ahí vinieron otras a increparme. No me gusta ese nivel de agresividad que tienen. Yo respeto la opinión de todo el mundo. Ellos saben lo que hacen porque, como dicen ellas, el cuerpo es de cada uno. Yo no estoy de acuerdo con el aborto pero si ella quiere, es problema de ella. Como cristiana, puedo decir que la salvación es personal: yo decido si quiero llegar al cielo o al infierno.
– Alejandra: Si yo me hiciera un aborto me quedaría encarcelada en esos pensamientos, me penaría. Es un niño que viene en camino y no tiene la culpa de lo que uno ha hecho
– Habían mencionado algo sobre la salvación. ¿Las mujeres que abortan tienen en riesgo su salvación, de no ir al cielo?
– Julia: No po, no se salvarán, porque es un crimen. Si se arrepienten antes de morir y le piden perdón al Señor, Dios las va a perdonar, porque las ama mucho.
– Alejandra: Pero mira a la marcha. Muchas están llevando guaguas y están protestando a favor del aborto. Es un contrasentido. Nosotros tampoco somos perfectos, también cometemos errores; el único perfecto es Dios.

El final del recorrido permitido a la marcha fue en el cruce de las avenidas Uruguay y Pedro Montt, a una cuadra del Congreso Nacional. En dichas arterias ya habían piquetes de Fuerzas Especiales, carros lanza aguas, “guanacos” y micros.
– Me cargan los pacos con todo el corazón pero estoy muy enferma hoy como para aguantar el chorro del guanaco.
En medio de la multitud, aún se movía y hacía las últimas improvisaciones “La Payasita del Terror” o “La Payasita del Amor”, que sin haberse mirado al espejo, sabía que su maquillaje se estaba desvaneciendo tras agitarse durante el kilómetro que distancia el Congreso de la plaza Victoria. Sus personajes dependen de los contextos: si es en actividades con niños, es la “del Amor”. Hoy correspondía a “La del Terror”.
– Ella solo nace en este tipo de eventos, como el apoyo a los mapuche, las marchas contra los femicidios, a favor del aborto. Sale a apoyar protestas que son causas de todos, de mucha gente que no se atreve a hablar.
La Payasita del Terror –Varinia– reveló sentimientos encontrados con la causa de la marcha. Por problemas genéticos, ha perdido 13 hijos durante sus embarazos.
– Es un tema genético pero quiero señalar que esto no lo descubrí aquí en Chile, donde la salud es una mierda. Se me han muerto 13 guagüitas. Yo no abortaría pero sí creo que todos tenemos derecho a elegir qué queremos hacer con nuestros cuerpos y nuestras vidas. Solo nosotros podemos decidir si queremos ser lesbianas, drogadictos, artistas, si queremos abortar o ser felices. No debería venir ningún conchetumare al que le pagamos cualquier plata para que venga a tomar decisiones por nosotros. No pasa ná. Ah y ¡chúpalo Piñera y la conchetumare! Casi olvido de decirlo.
La despedida con La Payasita del Terror fue abrupta. El carro lanza aguas empezó a rociar a los manifestantes, con un agua cargada de químicos lacrimógenos. Sólo unos pocos respondían con piedras y proyectiles nimios.
Las organizadoras cifraron en 8 mil personas las que se plegaron a la caminata en Valparaíso. En ese mismo instante pero en Santiago, tres mujeres que marcharon eran golpeadas y apuñaladas por contramanifestantes. Las sospechas recayeron en el Movimiento Social Patriota, quienes se adjudicaron la contraprotesta en la capital. Durante esa tarde ocuparon sectores de la Alameda, armados de palos y piedras, además de haber pintado cuadras de la misma avenida con sangre y de exhibir un lienzo con la frase “Estirilización para hembristas”. Sin embargo, al cierre de esta publicación, el grupo mencionado ni otros se han adjudicado el ataque.
Ante esto, al día siguiente de la marcha, hubo un nuevo llamado de la Coordinadora Feministas en Lucha, esta vez para hacer frente a “las presiones fascistas” al final de la marcha por el Aborto Libre, Seguro y Gratuito que se realizó. En Valparaíso, la congregación fue en la misma plaza Victoria, a la que llegaron casi 300 personas. Alcanzaron a ocupar por una hora la calle hasta que carabineros, con chorros del carro lanzaguas, las replegaron a ubicarse dentro de los márgenes de la plaza. Pero para ellas, los márgenes están bastante más lejos.