Por Cristián Cortés (Barcelona)*
Gracias a las transmisiones vía streaming, obras del Festival Quilicura Teatro Juan Radrigán se han visto en otros territorios, como Ciudad de México y Barcelona. No es un mero lucimiento de recursos, estos esfuerzos adquieren relevancia cuando se difunden voces creativas y críticas, como las de Duele, texto escrito por Carla Zúñiga y dirigido por Isidora Stevenson; en que una proyección digital hace eco de “nombrar” problemas que suelen callarse.
En esta obra, vemos historias breves en las que varias mujeres experimentan dolores y violencias vinculadas a la maternidad: la depresión postparto, la presión social, el agobio ante el exceso de labores, el duelo y violencia obstétrica —incluso violaciones a bebés y madres—. Contrario a la gravedad de la temática, la puesta en escena invita a la risa.
Manuela Oyarzún, Paula Bravo, Andrea García-Huidobro, Alejandra Oviedo, Cecilia Herrera y Mónica Ríos interpretan personajes absurdos y caricaturescos que simbolizan los extremos emocionales que se pueden vivir antes, durante o después de parir: la ilusión de tener una criatura, la paranoia de que ocurra cualquier peligro, la carencia de esperanza y sentido en la vida, la evasión de la realidad… Sus expresiones tan directas e intensas incomodan, sus cambios de humor destantean. La respuesta del público es la risa, una risa que genera complicidad en diferentes sentidos, entre las actrices y la audiencia, entre las mujeres que han vivido experiencias semejantes.
Acorde con lo anterior, el diseño de Los Contadores Auditores alude a un teatro de carpa, compuesto por telones y utilería que mantiene la idea de que todo es falso, que se vive una representación y no una historia realista. El vestuario emplea elementos sencillos que singularizan a los personajes; como muestra: la toalla en el cabello para la madre que siempre está ocupada y el pantalón blanco para quien, a pesar de estar en riesgo de sangrar, quiere fingir que todo está bien. Estos recursos favorecen que el público ría, que libere su angustia.
Esta risa, que nace de la angustia, del deseo de desahogo y que promueve la complicidad, es común de una forma de representar que se suele llamar tono fársico. Un tono que suele formarse cuando se aborda un tema tabú. En este caso, ¿cuál? ¿la maternidad? No, más bien, se rompe la romantización con una premisa directa: la maternidad duele. Si esto es algo tan común, tan cercano, ¿por qué se ha mantenido esta idea en el nivel tabú?
En el capítulo “Madre furia”, del libro Enfurecidas. Reivindicar el poder de la ira femenina, Soraya Chemaly denuncia el silencio que hay alrededor de la reproducción: los anticonceptivos, los roles impuestos y los malestares físicos y psicológicos, entre otros. Incluso, hace ver el privilegio de los hombres que pueden vivir en la ignorancia, a pesar de estar cerca del nacimiento de sus hijos. De tal modo, el dolor se vuelve “natural”. La autora, además, ahonda en cómo el cuerpo de las mujeres se invisibiliza en el imaginario cultural.
Bajo esta perspectiva, se silencia la explotación y la violencia; en específico, la obstétrica, la sanitaria y la psicológica. Se pueden establecer ideas como “no hay de otra, es lo que se tiene que vivir”. Con este pretexto, los hombres sueltan la responsabilidad ante la maternidad y así construyen sus privilegios. Además, como se aprecia en Duele, ¿para qué acudir a los hombres si no saben lo que ellas viven? ¿para qué acudir a ellos si son violentadores?
En este punto, ya podemos formarnos una idea de la relevancia de romper el tabú sobre el dolor de ser madre. Duele invita a ver a las mujeres, a la empatía, a informarse, a comprender los cuidados, a soltar las exigencias sociales, a denunciar la violencia machista, no callarla. ¿Cómo reacciona el público masculino?, ¿cómo dialoga los temas con sus amigas y familiares?, ¿se evade bajo el pretexto del tono fársico? son alguna de las preguntas que deja abiertas para el público.
Volvemos a la idea principal: que esta obra se represente y se transmita vía streaming es relevante, porque su alcance es mayor. Las probabilidades de romper, resquebrajar o al menos tallar un poco este tabú tan monolítico son mayores. Además, quizá solamente sea coincidencia, pero viene a cuento pensarlo: las dos obras en streaming, El nudo (Aliocha de la Sotta) y Duele, optaron por abordar temas dolorosos por medio de la risa, angustiosa, liberadora, cuestionadora. Este recurso no es exclusivo del teatro de esa región, pero sí denota que en todas partes hay mucho dolor y nos cuesta procesarlo.
* Este texto fue elaborado en el contexto del Festival Quilicura Teatro Juan Radrigán, como ejercicio del Curso de Crítica Teatral impartido por Javier Ibacache (Escuela de Crítica / La Juguera Magazine).