Por Kevin Holmes
El 2020, cuando la «novísima» pandemia y sus cuarentenas, sus estados de emergencia y sus controles sanitarios hicieron casi imposible que la industria cinematográfica siguiera un curso normal, hubo que buscar nuevas estrategias, y realizadores de todo el mundo se lanzaron a tantear las posibilidades creativas que afloraban. Uno de ellos fue Matías Bize, quien hace poco estrenó el resultado de ese esfuerzo por seguir haciendo películas en un momento en que sentíamos que la humanidad se individualizaba hasta casi atomizarse. La vida posmoderna debía seguir desarrollándose en la pantalla.
Mensajes privados es un trabajo solitario, pero solidario. Bize invitó a sus amigos, actrices y actores confinados en sus hogares a tomar sus celulares y grabar testimonios de situaciones dolorosas y reflexiones transformadoras que sirvieran como una toma de conciencia del sufrimiento vital y a la vez un «regreso a lo importante». Algunas de las historias que relatan, las vivieron en carne propia como es el descorazonador caso de los abusos sexuales sufridos contra Nicolás Poblete cuando niño; otras, como aquella interpretada por Antonia Zegers sobre una profesora que escapa de Chile con su hijo para liberarse de la violencia de su marido, fueron guiones brindados por el director en base a casos reales cercanos. El efecto tan dispar de estas interpretaciones, más que desdibujar el límite entre ficción y realidad, lo acentúa, y aleja este experimento de lo que parece ser uno de sus cometidos. Los demás testimonios son representados / confesados por Blanca Lewin, Verónica Intile, Néstor Cantillana, Vicenta N’Dongo, Alex Brendemühl y el cantante (Me llamo) Sebastián, quien también pone la música con la que la audiencia puede llegar a sentirse un poco obligada a fijar determinadas emociones.
Matías Bize siempre ha evidenciado un afán experimental y un gusto por reflexionar en torno a sus procesos creativos y al lenguaje del cine. Sábado (2003) fue filmada en un solo plano secuencia. En la cama (2005) llamó la atención por transcurrir completamente en una habitación de motel. En Mensajes privados, en cambio, su pie forzado termina ahogando la exploración cinematográfica. Todos los testimonios son grabados por los propios actores en planos fijos, con escaso movimiento de los personajes en el encuadre (excepto Zegers) y descartando toda interacción con algo que no sea el espectador. Aquí las miradas de los intérpretes se vuelven clave. Por otra parte, la serie de «atracciones» emocionales que nos pone enfrente son engarzadas por medio de un montaje que realza el espíritu fragmentario de su concepción. Se entiende que la esencia de la película radica en sus instantes y no en el desarrollo de las situaciones narradas: es en la exploración del espacio íntimo donde encontramos el territorio de conflicto.
Mensajes privados es un intento por bucear en las profundidades y amplificar el sentido de lo que estábamos viviendo el 2020, absortos, con la muerte respirándonos en la nuca. Una invitación a identificar cómo somos en nuestras distintas facetas humanas y cuáles son los grandes dolores que nos han cincelado el alma. Su fruto es el intimismo (algo en lo que el director es un especialista indiscutido) llevado a su máxima expresión. Ya no se trata de parejas suspendidas en el tiempo, descubriéndose o explorando sus miedos, como en La vida de los peces (2010) o En la cama (2005); ahora los personajes están solos, en medio de una representación privada y a la vez exhibicionista, y quien completa todo es el espectador. La cuarta pared ya no existe. Del otro lado, es nuestra propia vida emocional la que se coloca como espejo.
Dirigida por Matías Bize
Guión Matías Bize, Néstor Cantillana, Nicolás Poblete, Verónica Intile, Vicenta Ndongo
Elenco Antonia Zegers, Nicolás Poblete, Néstor Cantillana, Blanca Lewin, Vicenta Ndongo, Alex Brendemühl, Verónica Intile, (Me llamo) Sebastián
Casa productora Ceneca Producciones
Producción Adrián Solar
Montaje Rodrigo Saquel
Música(Me llamo) Sebastián, Rodrigo Jarque