9 años de La Juguera Magazine

Por Cristóbal Valenzuela, escritor y dramaturgo

No soy muy bueno para celebrar cumpleaños.

Creo que tiene que ver con que abrazo la certeza de que los ciclos no respetan el calendario gregoriano. Y me parece muy bien que los ciclos no hayan sucumbido a la idea de generalizar la manera de contar el tiempo ante la que ha sucumbido casi todo el territorio planetario. Los ciclos tienen cierto nivel de autonomía y se resisten a ser encajados en programaciones calendáricas, sean gregorianas, julianas, mayas, chinas, egipcias o inuit. Hay veces que vence el plazo (de un proyecto por ejemplo) y su ciclo no se cumple sino hasta un buen tiempo después. A veces pasa al revés; el ciclo se termina antes de llegar al plazo y las cosas se alargan para cumplir con el excel, o simplemente; todo se queda ahí. En el ámbito en que se mueve La Juguera Magazine, que es el ámbito en que se mueve gran parte de la actividad artística, cultural y patrimonial (para usar nomenclatura institucional), estos ciclos han sido puestos en tensión frente a calendarios que contemplan plazos y referencias temporales de desarrollo sacadas de mesas (ya saltaran quiénes alegarán que fueron siempre participativas), convenciones (ya también levantarán la mirada quienes alegarán que son hiper democráticas), congresos, cabildos, encuentros, seminarios, simposios y otras instancias diseñadas para diseñar los formatos y arrinconar las formas. Formatos y formas no solo de programar, sino también de hacer. Se diseña en el entendido, o en el supuesto, de que hay una base uniforme sobre la cual operan las iniciativas vinculadas al área y ese diseño termina por imponer términos en todo el territorio (esté este o no bajo el manto de operaciones del Estado). Junto con esto se supone, o se da por hecho, que los recursos involucrados (desde los humanos hasta los financieros) han de interactuar entre sí como si fueses partes matemáticas en una ecuación. En una ecuación simple, por supuesto. Estos diseños emanan desde la institucionalidad pública; no hay otro polo que contrapese ese dictamen. No hemos conseguido desarrollar maneras, plazos, ni estrategias que irrumpan de manera consistente y logren hacer retroceder terreno a las formas públicas. Si bien es cierto hay casos en que esas formas de diseñar y de realizar contravienen, sobrepasan, ignoran, bypasean, omiten, saltan, utilizan, instrumentalizan e incluso desprecian las maneras del Estado, no tienen la fuerza suficiente para reorganizar los esfuerzos del Estado, que sigue siendo el actor principal en esta tragedia. Perdón; quise decir; escena. Tras Octubre 2019, en que las calles sintieron las pisadas de millones de personas que gritamos, bailamos y nos abrazamos convencidos de que el Estado debe reformarse, estos casos pueden constituir material preciado a la hora de relacionarnos con lo público y, sobre todo; con lo común. La Juguera Magazine presenta un caso exquisito, a juicio de este colaborador, de una amalgama entre lo público, lo privado y lo común. (Ya tomará algún grupo de personas en formación al interior de alguna academia, universidad, instituto o tal vez un equipo de investigación profesional esta iniciativa para analizarla con mayor seriedad). En este caso, de una columna que nace desde el cariño inigualable que siento por La Juguera, señalaré, con toda la pachorra y ni una fuente (como me pediría la directora); que resulta evidente que no ha sido la intervención pública la que ha permitido persistir a esta iniciativa; la relación con los fondos públicos hubiese dejado a La Juguera Magazine con 13 ediciones en papel y ya. También requiere pocas vueltas el descartar la intervención privada en su sobrevivencia; La Juguera Magazine no es un emprendimiento. Tampoco es un emprendimiento cultural. Ni mucho menos es una empresa. A la mierda la economía naranja. Esto es lo primero celebrable en relación a La Juguera Magazine; Y es que en lo común es donde me encuentro con aquello que mantiene operando este espacio, porque decirle revista es mezquino. Y lo común no es algo que sea hecho por todas y por todos. Ni tampoco algo que sea para todxs. Lo común es que es algo que le pertenece a quién quiera ser parte de ese todxs. Y eso se celebra cualquier día, de cualquier calendario, en cualquier mes, en cualquier horario.

Ahí donde la institucionalidad pública le queda chica a una iniciativa como La Juguera Magazine, aparece aquello de lo que las calles se bañaron en Octubre; el deseo y la voluntad de construir lo común.

Usando el Estado, conviviendo con el Privado.

Lo público le queda chico porque los procesos de aprendizaje del Estado son tan lentos que no logran adaptarse a las necesidades que iniciativas como estas van descubriendo.

La esfera de lo Privado no logra ser sosten porque aún es muy enclenque a la hora de pensar en operaciones de caracter individual o colectivo, de beneficio privado, insertas en un sistema de relaciones de provecho mutuo. Seguimos viviendo en la bestia desatada que se montó a la fuerza y que insiste en operaciones de rentabilidad a costa de la dignidad de personas y el deterioro del medio ambiente.

Lo común le permiten a La Juguera Magazine cosas imposibles para lo Público y para lo Privado:

Enfrentar las urgencias que van detectando con una capacidad de adaptación alucinante.

Reconocer las herramientas que la contingencia le avisa que irá necesitando y de no existir estas; crearlas.

Como sus hacedoras están en terreno y también en el espacio inmaterial de los quehaceres que abordan, como tienen las manos en la masa y los pies en el aire, las antenitas de vinil captando la presencia del enemigo y las manos estrechando las palmas de colaboradoras y colaboradores de todos los territorios, sus capacidades y el nivel de su competencia está a la vanguardia siempre de lo que el ecosistema busca, demanda, desecha, adolece, carece y propone. Muta. Explora otros campos, no solo otros formatos (a los que llega tal vez por la necesidad imperiosa de no terminar, pues el ciclo no ha terminado al acabar el proyecto), La Juguera Magazine se mete donde no la llaman e inventa lo que no existe. (Impensado para un formulario en línea que te demanda esclarecer con total certeza a qué disciplina te afilias. Marque una opción. Máximo dos). Esta iniciativa, dinámica, como el ambiente en el que opera, sobrepasa las lógicas de la institución, pero para no seguir hablando de ese robot oxidado, recién nacido, pero oxidado, diremos que también sobrepasa las lógicas de quiénes hacemos travesía en estos ámbitos y que además tenemos la posibilidad, gratísima, de ser parte de esta misma a modo de colaboradores. Ahí tenemos otra cosa que celebrar. Ya van dos.

Y para no extenderme más de lo pasado que ya estoy, diré que no se puede pasar por alto el celebrar ese espíritu de “Todo por hacer”, que es el fuego central de todo esto, esa convicción de que la escena local merece el máximo esfuerzo de sus actrices y actores clave, también de las partes secundarias y hasta de las terciarias. No se puede dejar de celebrar la convicción de que todas las patas de cada uno de los engranajes tiene que ser atendida (de ponerles atención) de la misma manera en que se atiende el núcleo, el rodamiento principal, la matriz energética y el combustible de este ecosistema que La Juguera Magazine, con su existencia, nutre, revoluciona y, también, sostiene.

Nunca es mal momento para celebrar.

Menos para celebrar una iniciativa como La Juguera Magazine.

Resulta pertinente por partida doble, y triple, puesto que nos permite ver hoy, y nos lo viene permitiendo desde hace nueve años, como sería ese Chile con el que soñamos de manera colectiva, y que invocamos en las calles desde Octubre del 19; Un Chile en el que el Estado y el Privado no logran desmantelar aquello que nos resulta Común.

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